Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 45 - Año VII, Ocubre y Noviembre 2008
CLUB MANZANO OTOÑAL
La nueva directiva del "Club Manzano Otoñal" ha implementando un taller literario a cargo de la escritora y arquitecto Judith Friedmann, quien, por amistad con el vicepresidente -Humberto Espinosa- ha accedido participar Ad Honorem junto a los socios del club. Los martes de la primera y tercera semana de cada mes, el taller literario se reúne en la capilla de El Manzano, donde se leen algunos trozos escogidos de literatura y se intercambian experiencias de vida que van quedando impresas a lápiz. Presentamos los tres siguientes textos cortos de Humberto Espinosa.
LAGARTIJAS Y SAPITOS
Trepábamos por los cerros levantando cuanta piedra encontrábamos en el camino, recogiendo bichitos, culebras, arañas y saltamontes, que, luego de estudiarlos con atención, soltábamos para que siguieran con su ajetreada vida, como bien nos habían enseñado mis padres. También recogíamos todas las pequeñas piedras de color blanco que, según habíamos escuchado, eran trozos de cuarzo... Muchas veces me eché al
 
bolsillo del mameluco algunas que sólo habían sido “blanqueadas” por algún gorrión o una tórtola traviesa de ligera digestión.

Ese día tomé el jarrito de aluminio que mi madre nos trajo de Estados Unidos y lo llené de pequeñas lagartijas y sapitos de manitos amarillas, que corrían y saltaban por las vegas cerca del Refugio del Club Andino. Una vez lleno y llamando la atención a mi próximo acto... abrí el cuello de mi polera lanzándolos adentro como si fueran agua... Luego, saltando y moviéndome para todos lados, muerto de la risa, les ayudaba a caer por mis pantalones a la tierra y escapar.

Después de los gritos y chillidos de mi hermana y sus amigas... tuve ese día que almorzar en la punta de la mesa... aislado del resto de la familia. DdO

 

UNA REINA… MI PRIMERA INVERSIÓN

Después de muchos años Astrid, una ex compañera de colegio, me ha hecho recordar algo que ella y su madre nunca olvidaron. Ella estaba de candidata a Reina de las preparatorias del Manuel de Salas, cuando yo, en un arrebato apasionado, desaté mi apoyo con todo mi corazón y mis escuálidos pesos de entonces y... compré todos los talonarios de votos que vendíamos en mi curso, para que ella ganara. Mi actitud tan decidida provocó en ella, al parecer, un gran pánico sentimental y escénico y... aunque se sabía bonita, renuncio a su candidatura y se encerró en su casa. Teníamos 9 años. DdO

 

 

HISTORIAS DE ARRIEROS... LAGUNILLAS

Después de las correrías del día, al anochecer, me iba a instalar junto a los arrieros que, en cuquillas en torno a una pequeña fogata de bostas de caballo y ramas de espino, preparaban su choca de café o harina tostada en esos tachos tiznados de improvisada asa de alambre tortoleado. Iba sólo a estar con ellos, atraído por sus atuendos negros que inspiraban cierto temor y respeto, sobre todo en la oscuridad de la noche, sus mantas de castilla y sombreros de anchas alas sobre sus rostros curtidos por el sol y el viento. A pesar de ello, me gustaba verlos con el pucho colgando bajo sus enormes bigotes, sentir sus ropas cargadas de olores a humo y, sobre todo, escuchar sus historias de muertos y desaparecidos, de piños en veranadas allá lejos, de cumbres y precipicios, de cóndores, zorros y vizcachas…

Ahí entre ellos, los Garate, los Andrade, los Mardones... -que semana a semana llevaban a los esquiadores y andinistas a Lagunillas- escuché los primeros relatos de La Lola, esa fantasma mujer, alma en pena que, en las noches de luna o en medio de los temporales de nieve y viento, dejaba escuchar su gemir entre los cerros buscando al amado que al morir la dejara sola con sus hijos y su recuerdo...

En sus voces roncas y tenebrosas navegaba mi imaginación y lograba ver a esa mujer envuelta en un manto blanco, sin rostro y flotando al viento en un baile fantasma.

Pasaban las horas y no me atrevía a volver solo al Refugio a pesar de los gritos que desde allá me llamaban. El miedo me paralizaba, hasta que alguno de los arrieros con actitud bonachona me decía... “ya, Humbertito, vamos p’al Refugio, mire que su maire esta muy preocupá”. Me tomaba por el hombro y me iba a dejar, en medio de la oscuridad, a los brazos de mi madre.

Atrás quedaban las siluetas fantasmales de los arrieros encuclillados junto a su fogata de historias y de sueños... Allá el murmullo de sus voces, perdiéndose en el manto de estrellas y el viento.

1º JULIO 2008