Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 45 - Año VII, Ocubre y Noviembre 2008
FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE VALPARAISO
Jaime Córdova Ortega, Director Técnico del Festival de Valparaíso, periodista, licenciado en comunicación, diplomado en cine, magíster en comunicación, docente en el área de cine en la Universidad de Playa Ancha, Universidad del Mar, DUOC de Viña del Mar y Universidad de Las Américas. es autor de tres libros: Hammer Films, otra mirada hacia el horror; Próximamente en esta pantalla y Cine documental chileno.

Son doce años, doce años de buscar financiamiento, de no saber con seguridad si habrá otra versión; en suma, doce años de estar formando público, de educar y de restituirle a la palabra “cultura” todo su significado estricto, contra viento y marea.

En 1997 se inicia esta aventura como una semana de cine, una muestra internacional que ya desde sus orígenes tuvo en mente la recuperación del patrimonio fílmico y de la memoria visual universal, y desde entonces no ha habido año en que este festival no haya sido un aporte al conocimiento y al desarrollo intelectual de la comunidad porteña (y de todo visitante exógeno que ande en busca de imágenes míticas del séptimo arte).

 

ESCENA DE LA CARRETA FANTASMA

Con la cooperación de embajadas, universidades y filmotecas, tanto latinoamericanas como europeas, cada año se va configurando una programación rica en variedad y contenidos, coherente en su propuesta y, a veces, con un toque de delirio cinéfilo, del más profundo, y que ha marcado indeleblemente a un público que ya se ha vuelto habitual; rostros conocidos que aparecen en cada festival y que asisten incondicionalmente a este “arcaico ritual” de la imagen proyectada, según lo expresara el director y creador de este espacio cinematecario, Alfredo Barría.

Durante ocho días al año, este conglomerado de imágenes y sonidos se pone en marcha, según la planificación elaborada con casi un año de anticipación, dividiéndose en talleres, simposios, películas nacionales y extranjeras restauradas, joyas de archivo fílmico, competencia nacional de documentales y una que otra excentricidad. Los invitados presentan e introducen al público en los misterios vernáculos de la restauración e historia cinematográfica, ya que se pretende que la gente sea consciente de los múltiples esfuerzos necesarios para que la imagen sobreviva, para que llegue a filmarse y para que sea comprendida.

Este festival de cine es único, no sólo en Chile, sino que a nivel Sudamericano, motivo por el cual los invitados internacionales llegan a nuestro país con sus películas bajo el brazo, para compartirlas con nosotros, para dejarnos en la memoria sus imágenes, tesoro invaluable, sometido a perpetua desaparición por la falta de cuidado y financiamiento que requieren estos “libros de historia” filmados.

Parece increíble y absurdo que aún hoy, con más de 110 años, el cine siga siendo considerado una entretención, un espectáculo menor, falto de seriedad y que sólo satisface necesidades pasajeras de conocer historias y escapar de la realidad. Para aquellos que trabajan en este evento, el cine es la vida; la pantalla cinematográfica es el medio de difundir lecciones de moral y ética; ven al cine como un medio para dignificar la persona humana. Es por eso que no hay grandes aspavientos, ni alfombras rojas, ni focos iluminando el cielo, ya que el invitado y “la estrella” más importante es el público.

Han sido doce años, doce años buscando financiamiento, tratando de establecerse y ceñirse como una oferta cultural seria para la comunidad, en medio de un país aletargado, donde los medios de comunicación muestran otra realidad, donde los chilenos viven esa otra realidad, que les acomoda y les extravía. DdO

 

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