Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 46 - Año VII, Dic. 2008 -Enero 2009

 


MABEL GRACIA

Hace un par de meses tuve una experiencia entretenida... Estaba por comenzar un nuevo grupo de metafísica y esa mañana me despertó un extraño sueño. Dormía junto a mi esposo y de repente, sentado sobre su pecho, había un duende. Su figura era bella, con aspecto físico humano, pero de cabello largo color zanahoria y orejas puntiagudas. Era esbelto y vestía ropas de piel café claro. Bajo el cuerpo llevaba una especie de malla color naranja. No sé si era malla o el color de su piel, el tema es que en el sueño yo me asombré al verlo y le pregunté: ¿Y tú, quién eres? Soy el duende del desorden, me respondió como niño travieso y con una sonrisa que me cautivó. Su rostro era hermoso. ¡Ah sí, así que tú eres el que me desordena todo! Y cuando se me pierden las cosas, ¿cómo soluciono yo mis problemas? Entonces, me dijo, tienes que invocar al duende del orden. ¿Umlith-Umloth-Umlith-Umloth?, dije intentando retener el nombre. El duende del orden y el duende del desorden, me respondió juguetón y, sin más, se metió debajo de las sábanas y desapareció. Entonces desperté.

El sueño fue extraño. Me levanté y fui a hacer la clase. Cuando llegué a abrir la cabaña, que con tanto afán habíamos preparado con unos amigos, no encontré la llave. Yo estaba segura que la había puesto en el bolsillo de mi parka la noche anterior, y la dejé allí para asegurarme que iba a estar allí. Nada de llave. Supuse que se me había quedado en casa y regresé a buscarla. Nada. Entonces, recordé el sueño y comprendí. Comencé a invocar a Umlith para que me ayudara... Nada sucedía. Buscamos la llave entre varios, recorrimos el patio, el portón por dentro y por fuera, la calle... Ni rastros. Al final, me metí por una pequeña ventana de la cocina, no sin riesgos, claro, porque era alta y tuve que encaramarme en una escala improvisada. Así, abrí la ventana de la sala en que iba a hacer la clase. Los estudiantes comenzaron a llegar y fueron entrando por la ventana. Lo más cómico es que una de las últimas alumnas dijo al entrar: Encontré unas llaves tiradas en el portón. ¡Zaz! Aparecieron las llaves y en un lugar en que habíamos buscado muchas veces...

Esa es la historia: le pedí ayuda a Umlith y aparecieron las llaves, pero cuando ya no las necesitaba. Ahora comprendo las extrañas desapariciones que he experimentado en mi vida. Cuando estudiaba, se me desaparecían los cuadernos una semana antes de la prueba. Ponía a toda mi familia de cabeza buscándolo, tenía que fotocopiar las materias de alguna compañera, y resulta que cuando llegaba a casa después de haber dado la prueba el cuaderno estaba arriba de mi cama. Sabía que nadie en mi casa me jugaría una broma así. Bueno, Umlith y Umloth hacen de las suyas, es su razón de ser. Simpático, ¿no? Les agradezco porque, a pesar del mal rato, le ponen magia a mi vida.

Un dato: Los duendes son niños traviesos, y una de las cosas que más le agrada es cuando les dejas un vaso con azúcar. Esa misma tarde comenzarán a contar granito por granito. Como no dejan nada a medias, se cansan tanto que duermen casi tres meses... De un buen pan con miel recién horneado y leche, serán los seres más agradecidos y darán muchas bondades...

Volver a Inicio