Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 47 - Año VII, Febrero y Marzo 2009
ABORÍGENES
JORGE MARAMBIO CHÁVEZ
El mundo europeo-español que se avecindó en la tierra amerindia lo hizo como heredero de una cultura cristianomedieval, organizada en el eje de la bipolaridad, un marco comprensivo organizado desde los opuestos: el bien y el mal, cristianos versus impíos, lo sagrado versus lo profano, la gula versus la abstinencia; una sociedad que establece en el plano del imaginario una dinámica de las contradicciones, con un sentido profundamente holístico, rico en posibilidades, naturalmente dentro de su marco comprensivo. Desde este contexto -¿desde dónde más preguntaría Perogrullo?- establece su diálogo con el mundo amerindio, constructor y heredero de algo distinto, de una lógica distinta que, en honor a la verdad, aún no podemos desbrozar sus descendientes, los mestizos de hoy, y quizás nunca lo vamos a lograr. Aproximaciones sí tenemos, intuiciones de lo que fue el discurso
 
alternativo sí tenemos, pero en el devenir de la “mixtura sexológica”, como dice Ariel Peralta en El Mito de Chile, la totalidad primigenia ya no es posible alcanzarla. Los quinientos años de mestizaje produjeron algo distinto, una identidad que, a falta de nombrecía, Octavio Paz la señalara como “nadie” y “Don Nadie”, mitad de todo y mitad de nada -nunca todo europeo, nunca todo indígena, nunca todo cristiano, nunca todo volcado totalmente a los dioses indígenas- y que poblará todo el continente.

Es posible pensar que la holística del mundo indígena -tan rica y tan plena como la cristiana/medieval- se establece en un marco donde los opuestos, la dinámica de las contradicciones, no se construye desde lo bipolar, desde los opuestos. La historiadora Cecilia Salinas señala en su texto Las Chilenas de la Colonia (Ed. LOM / 1994 / Santiago / Chile / Pág. 150) la dificultad de muchos sacerdotes cuando interrogan al indígena sobre los pecados cometidos.

Estos esperan señalamientos culposos principalmente orientados hacia la sexualidad: lascivia, relaciones contranatura, y toda la inmensa gama de prohibiciones con que está poblada la sexualidad cristiana. En el Manual de Administrar los Santos Sacramentos, de Fray Angel Serra, 1697, pregunta: “¿Cometiste pecado con mujer usando ambas partes?”, “¿Has cometido pecado con mujer mientras estaba acostada como animal en cuatro patas, o la pusiste así deseando cometer pecado con ella?”.

Pero no, ante la incomodidad sacerdotal, el indio señala como pecado el no haber regado suficientemente las plantas de la chacra, el maltrato a un animal, el no haber sembrado con suficiente amor y preocupación. Desde el punto de vista de la moral cristiana, ¿serán pecados? La duda no dejó de atormentar a muchos sacerdotes. Cabe entonces una pregunta fundamental no sólo para aproximarnos a una comprensión del pasado, sino con mucho énfasis para comprender las claves del presente y de nuestro devenir mestizoamerindio, ¿cómo estaba constituida la holística indígena? La respuesta no es fácil. En el mundo indígena parece estar presente un sentido de la vida que no se organiza desde los opuestos, sino desde los complementarios. Entonces, el mundo se organiza en comunión con la naturaleza. La vida y la muerte no serán entonces opuestos, sino parte de una totalidad orgánica. El bien y el mal se organizarán en torno a la funcionalidad de la naturaleza, entonces sí, será pecado no haber regado con suficiente preocupación una planta o no haber alimentado con suficiente preocupación a un animal. Y lo que tanto interesa a este cristianomedieval: la cultura indígena no mira la sexualidad, no puede mirar sexualidad desde la culpa de la tradición cristiana, porque Adán y Eva y su expulsión del paraíso no son parte de su imaginario, por lo tanto la sexualidad tendrá otro sentido, más próximo a lo natural, a lo espontáneo, a lo sensual. Todo lo dicho no sea más que una mirada a esto que partimos llamando: hacia una comprensión de la cultura amerindia. DdO

Volver a Inicio