Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 48 - Año VII, Otoño 2009

PERSONAS

HUMBERTO ESPINOSA POBLETE
Conocí a esta Dama de San José de Maipo en 1990 con motivo de mi campaña para las elecciones de Alcalde y Concejales iniciado el regreso a la democracia en nuestro país. Antes, más de alguna vez, acompañando a mi madre - Olga Poblete- en algún acto nos cruzamos, nos saludamos y compartimos alguna sonrisa. Ella estaba entre las mujeres progresistas que mi madre me había recomendado contactar en el Cajón del Maipo. Doña Pita era amiga y compañera de mi madre en sus luchas por los derechos de la mujer, en las actividades por la
 
paz y el entendimiento entre los pueblos y en las luchas por recuperar la democracia en Chile durante la dictadura militar.

En mi juventud y antes del 90, de la familia Barrios en el Cajón del Maipo sólo sabía de don Eduardo Barrios, nuestro Premio Nacional de Literatura (1946) nombrado frecuentemente por mis padres, grandes lectores de las plumas chilenas. Antes de leer algunos de sus libros ya había escuchado de ellos, por ejemplo Gran señor y rajadiablos, Los hombres del hombre o El niño que enloqueció de amor, algunos de los que de niño, flojo para leer, me asustaban un poco por su gran volumen.

Pero también don Eduardo Barrios aparecía en las conversaciones en mi hogar, ya que mis padres, insertos en el Cajón del Maipo desde jóvenes en sus prácticas deportivas de montaña y arraigados con el Club Andino de Chile entre los cerros de Lagunillas, ya se habían topado muchas veces con él. Don Eduardo, dueño de tierras en el Fundo de Lagunillas, les había dado un permiso especial a estos jóvenes deportistas del Club Andino para adentrarse por sus faldeos hacia las cumbres nevadas en las prácticas del excursionismo y el esquí. Sólo podían hacerlo los deportistas del Club Andino con este permiso especial.

También, en la cercanía de mi familia con las artes, ya conocía a una de las dos hermanas de doña Pita, la afamada pintora Gracia Barrios, casada con el escultor José Balmes y con la cual doña Pita tiene un gran parecido físico.

Iniciada la campaña a las próximas elecciones, la primera en tantos años con la vuelta a la democracia, un buen día apareció doña Pita en mi sede con ese halo de vida que la envuelve, arrebozada con su echarpe negro que hacía resaltar su revuelto pelo blanco, luciendo su cariñosa sonrisa en los labios rojos carmín y desbordando su felicidad de vivir. Antes, yo ya había pasado por su casa en mis «puerta a puerta» dejando mis volantes, aquella histórica casona colonial donde don Eduardo Barrios, su esposa, sus tres hijas y los numerosos nietos pasaban sus largas vacaciones.

De ahí en adelante nuestra amistad creció y doña Pita no faltó más a mis actos, reuniones y peñas de campaña. También pudimos seguir compartiendo, junto a nuestra querida amistad, los ideales y sueños de un Chile mejor en las campañas de Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Por eso, mis imágenes y recuerdos de esta querida mujer siempre me aparecen entre banderas de colores, murales, lienzos y alegría, su manos sobre las cuerdas de su guitarra y las tonadas, los boleros y tangos brotando de sus rojos labios.

Pero aún me queda contarles algo bello que me halaga y me ha hecho muy feliz desde que la conocí. No sé cuándo fue la primera vez, en alguna de mis primeras peñas de campaña o reunión de celebración de algún triunfo, mi querida amiga Pita comenzó a dedicarme una canción. Muy seria en medio de su presentación musical o para terminar otra, tomaba la palabra y decía ante el público, fueran diez o cien personas... «Ahora voy dedicar la próxima canción a un amigo muy querido, don Humberto Espinosa, este bolero que les traerá tantos recuerdos...» Y en medio de mi regocijo, agrado y felicidad -sin faltar el sonrojamiento de sentirme halagado públicamente por una dama tan especial- ella, con la mejor de las sonrisas, empezaba a cantar... «Usted es el culpable de todas mis angustias y todos mis quebrantos, usted llenó mi vida de dulces inquietudes y amargos desencantos…» Y así sigue este bello y comprometedor bolero que en su voz y su guitarra adquiere otra dimensión...

Seguramente, esta querida dama y gran mujer, a la que aprecio enormemente y con la cual nos unen sueños e ideales de dos generaciones, seguirá en el Cajón del Maipo cantándonos y entregándonos su vitalidad y alegría por muchos años. Seguramente, también seguirá dedicándome con cariño ese bonito bolero cada vez que estemos juntos en alguna tertulia. Sólo puedo afirmar aquí y públicamente, como ella lo ha hecho con sus dedicaciones, que yo la seguiré queriendo y respetando. Pita Barrios, gran amiga por siempre.

HUMBERTO ESPINOSA POBLETE

2006 / Sept. 2008

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