existencia de un orden universal maravilloso. Prueban que hay una mente y un espíritu detrás de ellas. Finalmente, en cuanto a la Luz, descubrió que ella no sólo es una onda, sino también una partícula. Y fue este conocimiento, la verdadera naturaleza de la luz, que le valió el Premio Nobel, el que posteriormente llevó a otros físicos a dar nacimiento a la Mecánica Quántica, nueva teoría que señaló cuál era el comportamiento de las partículas subatómicas. Con ella se vio que todo se comportaba no del modo preciso y elegante que había planteado Einstein.
Y fue Heinsenberg quien comprobó que no era posible medir ni la velocidad ni la posición de la Partícula. Por lo tanto, lo correcto era no basarse en la precisión, sino en las probabilidades. Con esto surgió el Mundo de las Probabilidades y terminó por desecharse la concepción del mundo espiritual y predecible de Einstein y en su reemplazo entró en escena la consideración de sólo dos grupos de Leyes del Universo: las de Albert Einstein y las de la Mecánica Quántica, en la que todo podría describirse como una probabilidad.
La Nueva Teoría encontró magníficos defensores. Niels Bohr, entre ellos, señaló con firmeza que Dios no hizo el Universo, como creía Einstein. Se discutió la naturaleza de la propia existencia y Bohr llegó hasta a declarar “que el mundo no es más predecible que un juego de dados”, a lo que Einstein replicó diciendo: “Dios no juega a los dados, el Universo no se hizo por probabilidad”. Pero Einstein fue humillado y posteriormente olvidado. Había triunfado a los 25 años de edad y a los 60 dejado de lado.
Pero luchó contra la Mecánica Quántica y quiso hacerlo con una nueva Teoría: combinar la Gravedad que mantiene unidos los planetas y el Electromagnetismo, la fuerza que une un átomo con otro. Con ella creyó lograría demostrar que todos los fenómenos de la Naturaleza están basados en “lo predecible”. Sería – dijo- “la Teoría para todas las cosas” (El Santo Grial, la Piedra Filosofal). Esto permitiría “leer la mente de Dios”, agregó. En esta Teoría trabajó hasta los años 20. En 1929, finalmente la publicó pretendiendo “destruir lo impredecible” (La Mecánica Quántica), pero falló: su Teoría no concordaba con la Teoría General de la Relatividad. Y reconoció su error.
En 1933, Adolf Hitler lo hizo emigrar a Estados Unidos de América (Princeton) y jamás pudo “leer la Mente de Dios”.
ROBERTO VON BENNEWITZ GOTSCHLICH,
PRESIDENTE CENTRO CULTURAL
LUDWIG VAN BEETHOVEN
DE SAN JOSÉ DE MAIPO.