Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 49 - Año VII, Invierno 2009
NOTICIAS DEL BIOFERONTE

EN EL NÚMERO ANTERIOR LEÍMOS LA PRIMERA PARTE (VER ARTÍCULO) DEL RELATO QUE FÉLIX MORA GARRIDO HIZO A MARÍA REYES CASTRO SOBRE EL ENCUENTRO DE SU TÍA ALICIA CON EL BIOFERONTE, SEGÚN LO QUE ELLA LE CONTÓ DESDE SU LECHO DE MUERTE CUANDO ÉL ERA AÚN NIÑO. EN VERSIÓN DE LA MISMA MARÍA REYES, ENTREGAMOS AQUÍ LA ÚLTIMA PARTE DE ESTAS REVELACIONES.

Cuando la tía Alicia me contó de su primer encuentro con el Bioferonte bajo la luna llena allá en la majada del tata y de cómo había percibido su presencia, primero a través de una dulce vibración en el centro de su pecho, supe en mi inocencia de los ocho años que aquello tenía que haber repercutido con insospechadas consecuencias en el ánimo de la niña de diez años que por entonces era mi tía. Y qué decir de las mágicas huellas que esa experiencia pudo dejar en el largo camino de su existencia. Ahora que soy un anciano y mis pasos se enfilan rápidamente hacia su final lógico, pienso en cómo me gustaría haber sido testigo presencial de aquellas visiones. Sin embargo, no me quejo, puesto que ellas me han sido dadas en calidad de inusual herencia por la que sí estuvo ahí y que se mantuvo en el más absoluto silencio al respecto; no tanto por temor a que no le creyeran sino en un intento de guardarlo como algo “estrictamente personal” entre el caballote y ella, entendiendo a su corta edad de ese entonces que aquella luz y ese sentimiento tan especial experimentados eran sólo para ella, como un regalo que está más allá
 

de su entendimiento, pero que definitivamente pasa a encender un fuego en su mundo interior.

He aquí la narración del segundo encuentro de la tía Alicia con el Bioferonte, según las anotaciones que tomé a la rápida de su propia boca días antes de su muerte.

DE CÓMO EL BIOFERONTE VOLVIÓ A TOMAR CONTACTO
CON LA TÍA ALICIA DOCE AÑOS DESPUÉS

«Después de aquel episodio sucedido a mis diez años, las noches de luna llena nunca volvieron a pasar inadvertidas para mí. De ahí en adelante empecé a llevar la cuenta en la uña del día y hora en que se produciría el siguiente plenilunio. Porque de alguna manera ese encuentro despertó en mí un sentimiento de conexión tan fuerte con ese puente de luz que surcaba una y otra vez mis noches y las de todo lo que existe en esta tierra. Me supe participando de ese eterno movimiento celeste, de ese mágico ritmo universal que mantiene y permite la vida tal y como la conocemos, llena de sonidos y pulsaciones, plena de sentidos y sensaciones… Imagínate, mijito lindo, yo, a los diez años de edad, a fines del siglo XIX, criada en la mentalidad campesina, ahora con la cabeza llena de estrellas que me hablaban a través de su luz plateada. Una huasa como yo, ignorante de muchas cosas, ahora traspasando una puerta que se abría desde mi simple vida hacia la vida secreta del universo. Así lo empecé a ver yo con el tiempo. Y ahora que estoy vieja me puedo referir a ello en estos términos, pero en esos momentos no entendía de dónde me venían todas esas ideas sobre el cosmos y la vida. Era como si ese zumbido rosado y oloroso a limón que emanaba del caballote me hubiera cambiado por dentro de una forma que aún hoy me cuesta describir. Por eso que te lo cuento, Felixito, porque a ti todavía te queda el plazo de una vida para tratar de entenderlo mejor que yo y quién sabe si algún día lo puedas experimentar dentro tuyo.

La segunda vez que lo vi fue cuando yo acababa de cumplir los veintidós años y estaba pasando unos días con la Nina en lo que había sido la casa del tata y que ahora ella cuidaba junto a su marido y sus dos pequeños hijos. Nunca le dije nada de aquella noche de hacía doce años, esperando que mi silencio voluntario fuera la llave que me permitiera encontrarme de nuevo con ese ser de figura extravagante que cambió mi forma de concebir la vida. En ese tiempo, yo había conseguido un empleo de costurera en la capital y como estaba soltera me alcanzaba lo más bien con lo que ganaba. Ya de chica había aprendido que las cosas de verdad importantes vienen de un mundo paralelo al material, de manera que no me complicaba ser considerada pobre, porque tenía toda la creación al alcance de mi mano sin necesidad de meter mano en el bolsillo. Madre Luna estaba siempre ahí para mí con su amor plateado y fresco, listo para derramarlo sobre mi cabeza. Ese era mi bautismo mensual y permanente…

Bueno. Decía que estaba de vacaciones donde la Nina y quise pasar la noche en el cerro. Esta vez estaba sola y a la intemperie, esperando que pasara algo extraordinario. Sin embargo, no sucedió nada. Al día siguiente, desperté antes de que se levantara el sol entre las montañas, a la hora en que recién empieza a clarear pero todavía no cantan los pajaritos. Tengo la sensación de que esa es la hora más pura del día. Cómo te lo explico, sobrino, cuando una sale a caminar a esa hora y respira ese aire como nuevo, observas el paisaje, lo hueles, y es como si hubiera sido creado hace unos minutos. Creo que así debió ser el Primer Día del mundo. A las cinco de la mañana las energías universales están en plena armonía. Una vez que el sol alumbra directamente empiezan a funcionar los pensamientos en la cabeza de los hombres, se despierta la mente del día y comienza su predominio sobre las cosas. Tal vez alguna de esas personas sabias que andan dando vueltas por ahí te lo pueda explicar mejor o simplemente te diga que todo es una idea absurda… qué sé yo. Alguien pensará que hablo puras leseras debido a mi edad… Si es por eso, todo lo que salga de nuestras cabezas y no pase primero por el filtro de nuestro corazón serán puras leseras nomás.

Bueno. ¿En qué estaba….? Ah, sí. Entonces me despabilé a esa hora tan particular y me fui a buscar unos palitos para encender el fuego de la mañana. Al agacharme para recoger uno, siento un cosquilleo familiar en el espinazo. Y pienso: “Hay algo ahí detrás” y lentamente me incorporo y volteo. ¿Y qué es lo que ven mis rebosantes ojos? Al caballote en persona. Esta vez me pareció más extrovertido, como con ganas de jugar. Seguro que era por la hora. Así es que me acerqué, le hice cariño en sus orejotas y, acto seguido, me dejó trepar en su lomo, no sin un gran esfuerzo de mi parte, por la altura del animal. No lo podía creer. Su pelaje era suave y oloroso. No olía a bestia ni a nada que tuviera tripas. Tenía el suave aroma de los recién nacidos. Olor a útero. Me recosté en sus alturas y así estuve lo que me pareció un buen rato, hasta que un temblor en su cuerpo me hizo mirar hacia las montañas, justo a tiempo para ver los primeros rayos del sol expandirse sobre el cielo transparente. Qué regocijo. Ahí estábamos, caballote y yo, en comunión y observando el amanecer. No tardé mucho en empezar a relacionar la experiencia pasada de la luna llena y ésta, totalmente solar. A diferencia de la luna, el sol aparece siempre “lleno” ante nuestros ojos. El sol no tiene lado oscuro. Distinto es que tenga un lado que no se ve... La luna tiene su lado misterioso. No oscuro en el sentido de maléfico, sino oscuro en el sentido de desconocido. Eso creo yo. Es como si la luz del sol existiera para hacer crecer nuestro ser cotidiano. Padre Sol, dador de vida, el que hace madurar nuestros alimentos y los hace más dulces y jugosos, bajo cuya energía se desarrollan nuestros cuerpos sanos, vigorosos, amorosos. Madre Luna, cuya luz alimenta nuestros misterios interiores. La que nos hace soñadores, creativos, nos pone en contacto con realidades más abstractas, menos tangibles… ¿Tendrá eso que ver con el mensaje que escuché doce años atrás en la majada del tata? “Madre Luna, Padre Sol, en tu luz está el Amor”. Tengo la certeza que sí. Y aunque ahora veas a una mujer anciana y limitada físicamente, ten la certeza de que, gracias a esos encuentros maravillosos, aprendí a estar de una manera más plena en la vida, y por qué no, también a esperar la llegada de la muerte con el mismo ánimo con el que anhelaba cada día encontrarme con el caballote, en cualquier espacio o a la vuelta de la esquina, pero siempre con el corazón zumbando.»

Hasta aquí llegan mis notas sobre lo que me contó la tía Alicia. Espero que esto sea de provecho para su revista y para todo aquel que quiera ahondar en el conocimiento del Bioferonte. DdO

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