Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 50 - Año VIII, Primavera 2009
EN TORNO AL PRIMERO DE NOVIEMBRE
El Vuela Poco
LUISA FLORES (YEMA).

Hombre menudo de cara poco común. Nunca supe su nombre ni tampoco lo sabré. Cuando pequeño siempre admiraba cómo las aves surcaban el cielo, sobre todo a los cóndores -amos y señores de los cielos- con toda su majestuosidad al volar. Él siempre quiso ser uno de ellos. Un día subió a un árbol, extendió sus brazos y saltó al vacío. Su madre sintió un grito y vio con espanto cómo su hijo chocaba contra el suelo. Ella corrió hacia él, le hizo cariño con ternura, lo miró, secó sus lágrimas y le dijo: “Desde ahora serás el Vuela Poco”. Así, la gente del Cajón lo conoció por su apodo.

Ya siendo hombre comenzó a tener ciertos poderes, como por ejemplo: ponía la mano en la tierra, sentía la temperatura de ésta y sabía cuándo iba a temblar. Se decían tantas cosas de él, incluso que tenía pacto con el Diablo.
 

Un día se perdió en la cordillera, lo salieron a buscar y lo encontraron muerto. Sobre su cuerpo muchas aves cantaban y bailaban al compás de sus trinos. Lo recogieron con mucho cuidado, lo llevaron a su casa, lo vistieron, lo pusieron en un ataúd, caminaron al cementerio… Cuando iban entrando, el cajón se puso liviano. Lo bajaron, lo abrieron, y de él salió una luz muy blanca hacia el cielo. Todos miraron hacia arriba y vieron cómo se transformó en cóndor, que los sobrevoló y saludó. Abrió sus alas y voló por el cielo azul rumbo a la cordillera. Así, el Vuela Poco por fin cumplió su sueño de volar y quedarse en el infinito por siempre. Desde ahí vigila todo y a todos. DdO

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