En idioma sánscrito esta expresión se dice: MAHATMA, y ha pasado a la historia con el apelativo de honor y santidad con que los indios se referían a su líder y liberador Mohandas Karamchad Gandhi. Para caracterizarlo, nada mejor que citar lo que Albert Einstein (el hombre más inteligente del mundo en el siglo XX) dijo de él: “En cien años más será difícil creer que alguna vez un hombre como él caminó por esta tierra».
Sabemos que fue un político, pero de un tipo muy especial. Difícil imaginar a un político que nunca miente, a un luchador y reformador social que informa a su adversario de todas las campañas que emprenderá y del nombre de los principales implicados, dispuestos a asumir las consecuencias. Difícil imaginar a un político que nunca piensa mal de su adversario y sinceramente quiere creerle cuando éste le promete algo. Lord Smutz, gobernador de Sudáfrica escribió en sus memorias: «Yo lo engañé veinte veces, y é1 tuvo confianza en mí veintiuna vez, haciéndome así digno de su confianza”. Difícil imaginar a un político que busca la liberación de su país del dominio extranjero por medios no violentos, de obra y de palabra, y que considera que su pueblo debe prepararse espiritualmente para merecer la libertad. Por eso solía decir que la libertad de la India pasa antes por la libertad en la India. Con eso se refería a las injusticias, opresiones y explotación que los propios indios ejercían sobre el sector más pobre de la nación. También se refería a la odiosa discriminación que entonces separaba a sesenta millones de parias, seres que arrastraban el estigma de los excomulgados del orden religioso tradicional, y que vivían en una condición de extrema miseria física y moral. Con eso se refería también a la nobleza de sangre, los príncipes (maharaja) y demás señores, descendientes de los clanes guerreros, de la segunda casta, quienes vivían enjoyados en palacios suntuosos y eran poseedores de enormes extensiones de tierras, todo lo cual conservaban a condición de entregarse indignamente al poder de Gran Bretaña, y en evidente perjuicio de su pueblo. «La India será libre cuando lo merezca» solía repetir Gandhi en sus discursos y escritos, y todos sabían lo que quería decir con eso, y se esforzaban por solucionar los problemas que él consideraba graves en la sociedad india, los cuales él reconocía como las raíces mismas de la desgracia nacional.
Sus grandes campañas para crear las condiciones espirituales y políticas que hicieran posible la emancipación comenzaron con la movilización de cientos de miles de voluntarios que enseñaron al pueblo campesino a leer y escribir y a no alejarse de sus tradiciones. Otra campaña fue la de boicotear los paños importados de Inglaterra, lo cual significaba dos cosas: que los indios volvieran a vestirse a la manera tradicional y dejaran de imitar al caballero inglés, por una parte, y por otra impulsar la industria nacional casera del hilado y el tejido, labor que él llevó a la categoría de un sacramento. Otra campaña fue la de suprimir la discriminación religiosa entre hindúes de casta y parias o “intocables”.
Su autoridad moral era irresistible, y eso explica por qué sus seguidores, que eran mayoría en la nación, admitían relacionarse con los parias como si fueran sus iguales.
Su fe en Dios era inconmovible. De hecho se mostraba siempre como un monoteísta en un país en que hay más de tres mil dioses, lo cual debemos entender como una fuerte influencia del Cristianismo, del Islam y del Judaísmo.