Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 51 - Año VIII, Verano 2010
TREN: PROYECTO AVE FÉNIX
Sentires Comunitarios que despierta un TREN
    
El Tesoro de la Juventud

El sábado 28 de Noviembre de 2009 la comunidad “melocotonina” tuvo un día junto al tren del Cajón del Maipo, ese tren que por esas cosas del destino comienza a renacer en su pueblo. Aquel día, invitados por quienes llevan el Proyecto Ave Fénix, muchas personas vieron documentales al respecto, pasearon en tren dentro de la estación y tuvieron una tarde de tres erres: relajo, recuerdo y reencuentro. Fue emocionante ver a los abuelos llenos de nostalgias y a los niños llenos de dicha sentaditos en un carro en movimiento… Las siguientes son opiniones captadas al vuelo de algunos de los que estuvieron allí:


Hoy es un día muy emocionante, ya que después de cuarenta años he revivido los recuerdos de mi niñez al sentir el pitazo del tren. Estoy muy contenta con el Proyecto Ave Fénix porque lo están conociendo y disfrutando mis hijos y nietos. Felicitaciones a las personas que hacen este Proyecto y que se cumpla la meta que se han propuesto.

 

Brenda Saavedra R.
nacida en El Melocotón



Para mí es súper lindo saber que el tren va a volver a funcionar. Me trae muchos recuerdos de cuando yo era chico -ya tengo 50 años- porque yo siempre venía a la estación a andar en el carrito a mano que había, y era muy lindo. Les agradezco a las personas que están haciendo posible esto.

Muchas gracias.

Víctor Wamparo Campo,
nacido en El Melocotón

 

¡Qué alegría ver a mis hijos, nietos y bisnietos paseando en el trencito que un día recorrió nuestro hermoso Cajón del Maipo! Al verlos me vi cuando chica, de la mano de mi tío Carlos, viajando hacia El Volcán para subir algún cerro. El tren era para mí un eslabón importante que me unía a la cordillera y a mi tío.

Fresia Andrade Penna

 

Encuentro una excelente idea el Proyecto Ave Fénix. He visto durante mucho tiempo cómo personas, en forma anónima, le dedican todo su tiempo libre para la reparación de la locomotora y de sus vagones. Como habitante de El Melocotón, es súper significativo, ya que ayuda a que nuestro pueblo sea más conocido.

José Miguel Recasens

El día 23 de diciembre la comunicativa Familia Lee, de Corea del Sur, visitó la Estación de El Melocotón atraída por la magnética visión del tren estacionado en el lugar. Sólo uno de los visitantes (la segunda muchacha de izquierda a derecha) hablaba español relativamente fluido, lo suficiente como para expresar los sentimientos solidarios de todos ellos para con el Proyecto. Luis León, tocado por este gesto, puso el tren en marcha con los dichosos visitantes a bordo.

Desde que el Proyecto Ave Fénix comenzó a destacarse, los episodios de este tipo suelen acontecer en la Estación de El Melocotón. Gente de todas las nacionalidades se
acercan al lugar para saber más sobre una iniciativa que, no cabe la menor duda, atrae a mucha gente en todo el mundo.

Con mucha nostalgia y recuerdos de años pasados hicimos el recorrido dentro de la estación de El Melocotón en el vagón de pasajeros y locomotora que han sido maravillosamente restaurados. Los pitazos del Jefe de estación y de la locomotora avisando su partida contribuyeron a traernos los recuerdos de nuestros juegos de niños y después de adolescentes, que giraban alrededor del paso del tren por nuestro Melocotón Alto. Los dedales de oro al borde de la línea daban la sensación de ir guiando su paso por el Cajón. Agradecemos sinceramente y felicitamos a todo el equipo humano del Proyecto Ave Fénix, que ha hecho posible ir concretando el sueño de algún día ver pasar nuevamente a nuestro recordado tren.

Erna y Loreto Abascal P., El Melocotón

Me resulta grato estar en la estación El Melocotón, en la cual se aprecia un vagón restaurado y su locomotora con muy buena calidad. Al conversar con una persona que está restaurando otra locomotora resulta un agrado saber que personas como ella han contribuido a recuperar bienes que representan historia, un pasado de costumbres, leyendas, sacrificios y alegrías. Me resulta grato ver a mis niños, que manifiestan interés por estos trenes antiguos, distintos al Metro, que les despiertan dudas y deseos de andar en tren. Este tren me hace recordar el que recorre Talca-Constitución, el cual hace unos años estaba destinado a desaparecer pero que gracias al esfuerzo de algunos que lograron la motivación de otros, aún se mantiene. Me gustaría, como ciudadano querendón del Cajón del Maipo, que este proyecto de Melocotón tuviera el mismo destino.

Mario Moreno Oyarzún, La Vertientes

Conocemos el Proyecto desde el 2008, siendo invitados por don Luis León, quien es un enamorado de revivir el antiguo ferrocarril que venía desde la Plaza Italia hasta El Volcán. Emociona ver lo que se ha logrado hasta ahora, ya que hemos visto cómo estaban los carros y la recuperación que se ha hecho de ellos. ¡Felicitamos la iniciativa de las personas que han puesto su corazón y su tiempo en tan maravilloso Proyecto! Y esperamos muy pronto ver que este ferrocarril vaya aumentando sus tramos hasta llegar a la meta que se han propuesto: San Alfonso.

Familia Flores Ulloa y Familia González Franco, La Florida

La vida se desplaza en un continuo ayer, hoy y mañana, la aguja que enhebramos para coser la tela de la vida, es nuestra memoria.

Cada mañana de cada fin de semana que adornó aquella lejana infancia, latía la ingente llama de la aventura de treparme a los carros del Tren Militar. No soñaba con trenes en aquella época, ni me gustaban las empinadas cuestas, mas veía, en el tozudo empecinamiento de la locomotora arrastrando a esos cientos de excursionistas, la presencia vital del ingenio humano que, sobreponiéndose al barranco, proyectaba en dos delgados y angostos rieles la fuerza atávica del viaje.

Era un niño como cualquiera. Como hijos de obrero, le dábamos un zarpazo a la modorra y a la pobreza para regalarnos un respiro en el sector de El Romeral. Ahí la pequeña tribu se sentía a sus anchas. Cuatro crías que se sentían dueñas del cielo, de la tierra y de las aguas, corrían sin detenerse bajo la mirada atenta de un padre y una madre que, por pobres, les regalaban un paraíso a sus hijos.

El día se nos escurría en retazos de espera. Sentíamos que el sol marchaba presuroso hacia el ocaso y, agitado por la mano de la tragedia cotidiana, el paraíso tocaba sus campanas apocalípticas.

El camino de regreso lo hacíamos, la mayor parte, en silencio. Sólo la mágica imaginación de mi padre nos volvía el ánimo. Una simple acequia era un río profundo y sus brazos extendidos, el puente para salvarlo. A esa hora nos decía, con voz cuidada y llena de convicción, bajaban leones, jirafas y rinocerontes a beber al río. Había otros huéspedes que, por maravillosos o terribles, no mencionaba.

Luego la espera. La estación silenciosa nos brindaba descanso y, a lo lejos, la silueta del tren se anunciaba en los ojos semidormidos de mis hermanas pequeñas. No importaba mucho lo que quedaba aún del viaje. La mirada se tornaba al corazón y ahí, al ritmo cadencioso del tren, volvíamos a enhebrar los recuerdos del paraíso escondido que, una vez más, nuestros padres nos habían regalado, sólo que ahora para el resto de nuestras vidas.

Fernando Zamorano, Isla de Maipo

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