Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 52 - Año VIII, Otoño 2010
HERMANDAD
«HE DE HABLAR DE MI LIMA, COMO EN EL REGAZO
DE MI MADRE LIMEÑA HABLABA DE MI CHILE…»
EL PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 1946, EDUARDO BARRIOS, CUYA MADRE -ISABEL HUDTWALCKER JOUANNY- ERA PERUANA Y ALEMANA, ESCRIBIÓ, EN LA REVISTA CHILENA ZIG-ZAG DEL 11 DE ENERO DE 1935, EL TEXTO QUE REPRODUCIMOS A CONTINUACIÓN. EL ARTÍCULO NOS FUE ENVIADO DESDE PERÚ POR RODRIGO HUDTWALCKER -DESCENDIENTE DE UN HERMANO DE ISABEL- DESPUÉS DE TOMAR UN INÉDITO CONTACTO CON SUS PARIENTES CHILENOS A TRAVÉS DE LA REVISTA DEDAL DE ORO, CUYO DIRECTOR ES NIETO DEL ESCRITOR. EN ESTOS TIEMPOS DE AGUAS TURBIAS, VALE MUY BIEN RECORDAR QUE LOS PUEBLOS DEL PERÚ Y CHILE SON PUEBLOS HERMANOS… EDUARDO BARRIOS, CHILENO, SENTÍA ESA HERMANDAD.

El círculo de mi vida empieza a cerrarse. Vuelve la curva, en mis cincuenta años, hacia el punto en que surgió de la oscuridad y en el cual ha de abrocharse para desaparecer en su propio misterio. Al acercarnos de nuevo a ese punto, los hombres vemos también acercarse paulatinamente los hechos que hasta ayer se alejaban. La infancia se nos reaparece con una melancolía muy dulce en el semblante, como una hija silenciosa, pero trémula de elocuencia. Casi diría yo que como una madre ausente. Pues bien, ella me trae conmovida este retrato.

Este retrato es toda una generación. La élite de una generación peruana. Peruana, limeña, sí. Y, sin embargo, está allí un niño chileno. Con qué orgullo lo digo. Con ese orgullo que por tantos años disimularon los rencores de Abeles y Caínes. En este retrato aparecemos los alumnos fundadores del Colegio de los Sagrados Corazones, de Lima. Del Colegio de la Recoleta, como el hábito de la tradición hacía llamarlo a los limeños. La tradición fue siempre el alma de Lima. Nadie nombrará sus calles jamás sino por los viejos nombres que la tradición les dio y animó don Ricardo Palma. No cada calle, sino cada cuadra, será siempre nombrada. Y siempre se llamarán La Amargura, Divorciadas, El Quemado, Mercaderes y Siete Pecados... Pero no divaguemos.

Este retrato se tomó el primer año en que funcionó el colegio. Éramos pocos niños, muy pocos y muy seleccionados. También los Padres Franceses llevaban de Chile una tradición de buena gente. Y el resultado lo ha escrito el tiempo. ¿Quiénes son hoy esos niños? Los Ortiz de Zeballos, Pardo de Zela, Riva Agüero, Carvallo, Lavalle, Conroy, Irigoyen, Hudtwalcker, Gallagher, Morales de la Torre, los García Calderón.

Ahora son embajadores, banqueros, Ministros de Estado, decanos de Facultades Universitarias, escritores representativos, historiadores, médicos, diputados. Aun a mí, el niño extranjero, diríase que la constelación de ese grupo me guió por el camino. Pedro Irigoyen, el actual Embajador del Perú entre nosotros, perteneció a ese curso. Ignoro por qué no figura en el retrato. Recuerdo que en algunas clases nos sentábamos en el mismo banco bipersonal. Y mirad, arriba, ese gordito que se apoya en mi hombro, era mi compañero de asiento en las demás clases: Ventura García Calderón, uno de los mayores artistas de la literatura americana. Su hermano Francisco, el pensador, el sociólogo prologado por Poincaré, hoy Ministro del Perú en Francia, se aparta un poco de Ventura y se abraza con Ortiz de Zeballos. Constantino Carvallo, al presente Decano de la Facultad de Medicina, hijo de otro médico eminente, se aísla en el extremo izquierdo de la fila. La extrema derecha la ocupa Víctor Hudtwalcker, hoy gerente general del Banco Alemán, ex superintendente de Bancos del Perú y primo hermano mío. Mi madre y su padre, hermanos, viudos ambos a los veintiuno o veintidós años, cada cual con un niño de la misma edad, se abrigaron en la casona paterna de la ciudad virreinal. En el centro se ve a Riva Agüero, hasta hace poco Ministro de Relaciones Exteriores y, por sobre todos sus valores, glorioso escritor. Abajo, a la derecha, los dos últimos Cónsules Generales del Perú en Valparaíso: Pardo de Zela y Ortiz de Zeballos. Y veo a tantos, a tantos dignos de biografía. Álvarez Calderón, Recabarren, Vázquez de Velasco, Morales, Conroy...

Veo también sus casonas llenas de historia, con una leyenda en cada zaguán y un cuento en cada reja. La de los García Calderón, en La Amargura, como la de los Ortiz de Zeballos. La de Riva
 
1. DOCTOR CONSTANTINO CARVALLO, ACTUAL DECANO DE LA FACULTAD DE MEDICINA.-
2. DON FERNANDO ORTIZ DE ZEBALLOS.-
3. DON FRANCISCO GARCÍA CALDERÓN, ACTUAL MINISTRO DEL PERÚ EN FRANCIA.-
4.- DON VENTURA GARCÍA CALDERÓN, EL CONOCIDO ESCRITOR, ACTUAL MINISTRO EN BÉLGICA.-
5. DON EDUARDO BARRIOS HUDTWALCKER, ÚNICO CHILENO EN EL COLEGIO.-
7.- DON VÍCTOR HUDTWALCKER, GERENTE DEL BANCO ALEMÁN Y PRIMO DE EDUARDO BARRIOS.-
10. DON RAIMUNDO MORALES DE LA TORRE, ESCRITOR Y CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD.-
13. DON JOSÉ DE LA RIVA AGÜERO, ESCRITOR Y EX MINISTRO DE RELACIONES DEL PERÚ.-
21. DON PABLO RECABARREN, GERENTE DEL BANCO INTERNACIONAL DEL PERÚ.-
22. DON MANUEL GALLAGHER, ABOGADO DE IMPORTANTES BANCOS Y CASAS COMERCIALES.-
23. DON RAFAEL REY ÁLVAREZ CALDERÓN, GERENTE DE LA SOCIEDAD GANADERA CORPACANCHA.-
27. DON EMILIO ORTIZ DE ZEBALLOS, ACTUAL CÓNSUL GENERAL DEL PERÚ EN VALPARAÍSO.-
28. DON FRANCISCO PARDO DE ZELA, ANTECESOR DE ORTIZ DE ZEBALLOS EN EL CONSULADO.


EL ESCRITOR EDUARDO BARRIOS, SU
ESPOSA CARMEN RIVADENEIRA Y
SU NIETA ANITA A MEDIADOS DE LOS
AÑOS 50 BAJO EL PARRÓN DE LA
CASA DE VERANEO EN SAN JOSÉ DE MAIPO.


LA SEÑORA PITA -CARMEN BARRIOS RIVADENEIRA-, HIJA MAYOR DEL
ESCRITOR, TODAVÍA VIVE EN LA
CASONA DE SAN JOSÉ, CONSTRUÍDA
A PRINCIPIOS DE LOS AÑOS 20 Y
DONDE ACTUALMENTE FUNCIONA
LA OFICINA DE DEDAL DE ORO.
Agüero, en Lártiga, palacio de marqueses o de virreyes. La de Pedro Irigoyen, en Mogollón. La de Pardo de Zela, en Mariquitas... «Casa vieja» se llama un poema de Pardo de Zela; y ella es la casona en que jugábamos muchos domingos. Sus grandes patios, su jardín interior lleno de jaulas con pájaros, el «pesado cerrojo grueso como una lanza» y «la vieja Martina, la negra de confianza». Veo a las dos chicas, veo a la tía Amalia y presiento a don Francisco, el clubman que sólo se levantaba con el crepúsculo y hasta cuyo departamento estaba a los niños vedado llegar con su algarabía.

Tan rancia, o más, era la de los García Calderón. Allí había un santuario: la biblioteca de don Francisco, el padre, Ministro de Guerra el 79. No podría decir quién escribió que el destino de muchos hombres ha dependido de que hayan tenido o no una biblioteca en casa durante la infancia; pero sí puedo decir, que esa frase aparece en mi memoria siempre unida al recuerdo de la casa de los García Calderón. Para mí, ilustran y afirman ellos la sentencia.

Pero volvamos al colegio. Encontremos al padre Engelberto, alemán, no obstante ser «padre francés». Todo ternura para con los niños, él nos recompensaba con regalos cada semana los buenos puntos. Los «60 puntos», dorados sobre cartulina rosa. Y al padre Rafael, francés, joven, jugador de balón a la francesa, impetuoso y vehemente, ágil de mente y genio. Romain Rolland pudo aprovechar esta pareja, que cumplía su soñado equilibrio de las dos razas, dentro del colegio. Luego, el Padre Francisco Solano, obispo después. Y el padre Donato, viejecito, con quien todos preferíamos confesarnos... porque ya no oía. De ese colegio han salido los mejores espíritus de mi generación. En la historia del Perú, varios capítulos aguardan a los «recoletanos».

Para mí, ese colegio tuvo un valor más: fue un pedazo de Chile. El único pedazo de Chile que por entonces, a pocos años de la guerra, encontré en el Perú. Y yo vivía enfermo de patriotismo. En los demás colegios había oído horrores de mi patria y había tenido que llorar, orgullosamente escondido en algún retrete. Los Padres Franceses iban allá de Valparaíso, mi pueblo natal. Llevaban textos chilenos, de los cuales se entresacaban las lecciones que luego Francisco García Calderón, el mayor de la clase y por cierto el más aventajado, copiaba con una hermosa, robusta y clarísima letra y repartía a los demás. Estudiábamos geografía de Chile, en aquel primer curso. Cosa inaudita por entonces. Y aún me parece escuchar a los chicos limeños pronunciando Lebú, en vez de Lebu. Ese fue, pues, mi colegio en Lima. Y ahora creo que ha sido el colegio de mi vida.

Si escribo mi vida alguna vez, la ampliación de esta página recogerá mis mejores emociones. He de hablar allí de mi Lima, como en el regazo de mi madre limeña hablaba entonces de mi Chile. Por hoy, sólo me permite el tiempo este recuerdo fugaz.

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