Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 55 - Año IX, Verano 2011
SIGNOS
CREDO
JAIME CÓRDOVA ORTEGA
 

 

 

 

Creo en la ayuda que la semiótica le entrega al investigador.

Creo que esa ayuda es primordial para esclarecer su objeto de estudio y las maneras de abordarlo.

Creo que es imprescindible descubrir ese universo de significaciones que cada signo hablado, escrito, gestual u objetual esconde.

Creo que no existe otra manera de hacer presente aquello cuya estructura se ausenta caprichosamente.

Creo que aquella instrumentalización ayuda a develar los repliegues misteriosos con que arropa la mente humana su función neurolingüística.

Creo que la sistematización que la convierte en ciencia nos ayuda, de una vez por todas, a contemplar cómo se exterioriza el pensamiento, y aún la inconsciencia del sujeto comunicante.

Creo que así como hay que tener la capacidad para descubrir y analizar, debe haber también una capacidad para reflexionar y no vulgarizar aquello que se ha encontrado.

Creo que así como se enseña la semiótica, debe haber una disposición responsable para tomar en cuenta las opiniones de aquellos que han aprendido cabal o parcialmente.

Creo que la característica de la naturaleza humana es la estupidez.

Creo que ver no es mirar.

Creo que mirar es aplicar lo aprendido.

Creo que aprender a comprender la semiótica requiere de la unión de voluntades.

Creo lo que otros han creído, es decir, que ni el mundo ni los objetos son inocentes.

Creo que su inocencia ha desaparecido gracias a la labor de nuestra conciencia.

Creo en los dioses todosemiológicos, creadores del cielo-signo y del infierno-exegeta.

Creo que ya no basta con crear.

Creo que Dan Brown hizo todo lo posible para entretener, explicando lo visible y, a veces, evidente.

Creo que en un texto los signos adquieren mayor importancia cuando están conscientemente alejados de su contexto.

Creo que en esos textos la validez de la interpretación radica en descifrar lo que el autor realmente quería decir, sobre todo si ha ocultado sus intenciones bajo un ropaje ameno y superficial.

Creo que un autor es artista cuando logra transmitir el espíritu de su época, traduciéndolo en signos.

Creo que el arte, tanto como la semiótica, tienen una naturaleza aristocrática, no son para cualquiera.

Creo que la semiótica no debe automatizarse, debe nacer del alma noble.

Creo que aprendí cuanto pude.

Creo que pude aprender más.

Creo en la eterna falta de suficiencia.

Creo en la pena que me da no poder ser aristócrata.

Creo en mis obvias limitaciones.

Creo que pude haberlo hecho mejor.

Creo que el cine y la semiótica podrían hacer buenas migas.

Creo que ello sería posible si quienes analizan no sólo supieran sobre cine sino que lo amaran.

Creo que cualquier análisis semiótico debe partir desde el respeto que se tiene sobre el objeto estudiado.

Creo que la ciencia sin pasión carece de sentido.

Creo que el análisis basado en la curiosidad es de una validez tan breve, como el amor de mujer.

Creo que estas frases podrían ser citadas.

Creo que citar no siempre significa que uno sabe.

Pero, a pesar de que creo en todo aquello que he dicho, no creo que la semiótica sea la verdadera panacea para comprender todo aquello que hemos nominado para poder ingresarlo en el ámbito de la realidad.

No creo que la semiótica sea un método siempre confiable.

No creo que el investigador esté consciente de su neutralidad al momento de efectuar el corte en la dermis de la significación.

No creo en la objetividad.

No creo que se pueda llegar a una verdad única e inequívoca, eso es un ideal.

No creo que las ciencias sociales alcancen ideales, ellos no son para alcanzarlos.

No creo que lleguemos a mejorar las condiciones de vida de la Humanidad si nos quedamos especulando y teorizando acerca de cómo la comunicación puede hacerse más efectiva.

No creo que la comunicación sea inocente, es más, resulta ser el medio de dominación más amigable e indoloro creado por el hombre.

No creo que la semiótica pueda avanzar más, ya que toda su estructura se basa en eternas reformulaciones de teóricos, preocupados por asignar nuevas nomenclaturas creadas a partir de los fragmentos de cadáveres conceptuales de otros teóricos ya fallecidos o en pugna por desacreditarse mutuamente.

No creo que podamos hacerlo mejor, nuestra época ya no está para mejoras, todo es decadencia según Spengler.

No creo que todo sea tan malo, por lo menos lo hemos intentado y hemos logrado poco a poco explicarnos el mundo.

Llegando a una conclusión, todo tiene que ver con todo. La magia reside en nuestra cabeza, que almacena, interpreta y relaciona a través de un pasado-presente todo aquello que nos significa y que nos es indispensable para poder darle sentido a nuestras existencias.

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