Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 57 - Año IX, Invierno 2011
PSIQUIATRÍA
LAS ESTRUCTURAS BILÓGICAS
COMO CLAVES DE NUESTROS MODOS DE PENSAR Y SENTIR, DE ACTUAR Y SER.
JOSÉ LUIS VILLALBA P.
MIEMBRO DEL INTERNATIONAL BI-LOGIC GROUP.

EN EL NÚMERO ANTERIOR DE ESTA REVISTA (VER REFERENCIA) SEÑALÁBAMOS QUE PARA EL PSIQUIATRA CHILENO IGNACIO MATTE BLANCO, CUYOS POSTULADOS SE RECONOCEN HOY CON EL NOMBRE DE LA BI-LÓGICA, EXISTEN EN EL INTERIOR DEL SER HUMANO, DOS MODOS DE SER, OPUESTOS ENTRE SÍ, PERO GRACIAS A LOS CUALES LAS PERSONAS PUEDEN RELACIONARSE CONSIGO MISMAS, CON LOS DEMÁS Y CON EL MUNDO. POR UNA PARTE, ESTÁ EL MODO HETEROGÉNEO, DIVISIBLE, ASIMÉTRICO, SEDE DE NUESTRAS IDEAS Y CONCEPTOS, ARRAIGADO EN NUESTRO YO CONSCIENTE. POR LA OTRA, ESTÁ EL MODO HOMOGÉNEO, INDIVISIBLE, SIMÉTRICO, SATURADO DE EMOCIONES, RADICADO EN EL INCONSCIENTE, EN ESE ESPACIO DE LA MENTE QUE FREUD BAUTIZARA COMO «EL REINO DE LO ILÓGICO». AMBOS MODOS, REGIDOS POR LEYES Y LÓGICAS DISTINTAS, SE ENTRECRUZAN DE INFINITAS MANERAS, SIN MEZCLARSE JAMÁS, GENERANDO UNA ANTINOMIA FUNDAMENTAL EN TODO SER HUMANO. EN ESA ANTINOMIA, SUERTE DE DIALÉCTICA IRRESOLUTA, RESIDIRÍA EN GRAN PARTE TODO EL POTENCIAL DE NUESTRO PROCESO EVOLUTIVO COMO HUMANIDAD. SIMPLIFICANDO MUCHO, PODRÍAMOS DECIR QUE SE TRATA DE LA ANTINOMIA ENTRE EL SENTIR Y EL PENSAR.

Aclaremos un poco más: el modo simétrico, sede del sentir, unifica, homogeneíza, diluye las diferencias entre las partes que percibe, generando bloques emocionales cada vez más amplios y macizos. Es cosa de ver, desde el punto de vista sensible, lo que amamos, o lo que despreciamos, lo que nos atrae o lo que repudiamos. En este proceso, nuestro cuerpo biológico con toda su capacidad sensitiva y todo su historial filogenético, juega un rol fundamental. Por el contrario, cuando nuestra mente se moviliza por el campo de las ideas y pensamientos, busca más bien diferenciar y precisar las singularidades o partes de una situación. Nuestros pensamientos buscan las relaciones, las explicaciones, las abstracciones. Sin embargo, el pensar difiere del sentir, no solo por las funciones que ejerce sino también por una sutil percepción física. El pensar apunta a la claridad buscando resolver de la mejor manera las interrogantes que nos suscita el mundo. En cambio, el sentir nos acerca o nos aleja del mundo a partir de la intensidad con que nuestras emociones y sentimientos se despliegan en nuestro interior. Por tanto, nuestro cuerpo, si le prestamos atención, puede reconocer cuándo está actuando uno o el otro modo.

Todos hemos experimentado, en mayor o menor grado, el espesor de nuestras emociones, llámense éstas miedo, atracción sexual, ternura, iracundia, alegría, compasión, etc. Todas ellas tienen un grosor, un peso que podemos localizar en lugares específicos de nuestro organismo. En cambio, si ponemos atención a nuestros pensamientos, por muy complejos y abstractos que estos sean, captaremos que no tienen esa densidad propia de la emociones. A veces, escuchamos a personas exponer un sinfín de ideas y en nuestro interior no pasa mucho. Algo no «engancha» y permanecemos indiferentes, desligados de su discurso. Alguien podría decir que a esa persona le falta pasión en lo que transmite. Detenerla, sus pensamientos dejarían de ser cosas demasiado tenues, delgadas y desprovistas de esa densidad que reclama la empatía. El lenguaje, por muy abstracto que sea, si le da una adecuada cabida a las emociones puede alcanzar lo comunicativo. Ahí entonces une, engancha, transforma y crea vínculos.

Julio Cortázar, en su memorable Rayuela, se vale del gíglico, un lenguaje inventado por él, (aunque inspirado en Lewis Carroll), mediante el cual describe una situación que vive una pareja de enamorados, sin que podamos entender exacta y lingüísticamente lo que dicen. Sin embargo, la asimetría propia del lenguaje abstracto está condimentada con ese otro lenguaje, el propio de las emociones: ...Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios...

Si nos atenemos al pie de la letra de lo escrito debemos confesar que no entendemos exactamente qué está pasando con esa supuesta pareja. Pero algo en nosotros reclama y afirma que sí lo sabemos. Y lo sabemos porque lo sentimos a pesar y gracias a que nos atenernos exactamente a lo escrito. A lo inventado por Cortázar. Inventado no exactamente desde el mapa de lo verbal sino desde una misteriosa ruta que lo trasciende. Al sentirlo, lo adivinamos, le encontramos un sentido. Nuestro modo simétrico ha venido en ayuda de nuestro yo consciente. Ha percibido distintos espesores en cada una de las frases que van constituyendo el relato, y eso nos permite aproximarnos a la situación específica que se conjuga como una marea con su luna de turno. Es decir, con el infinito que teje y que deja al mismo tiempo entreverlo tras cada puntada. Algo que, en buenas cuentas, es el fin último de toda obra de arte.

Pero lo habitual, en el diario vivir, es que nuestra manera de percibir el mundo y de comunicarnos con los demás, asume espontáneamente la influencia de la antinomia fundamental que se da entre los dos modos de ser. De eso en que, como se dice en chileno, se está juntos, pero no revueltos. En otras palabras, sentimos y pensamos al unísono, aunque en diversas proporciones, sin que se mezclen las partes. Tal cual coexisten invisiblemente el oxígeno y el nitrógeno en el aire, como no cesaba de recordar Matte Blanco. La mezcla de ambos elementos, advierte la Química, nos mataría. Por eso, muchas veces pensamos y hasta declaramos ciertas cosas, pero en nuestrointerior sentimos -a veces sin percatarnos- algo que puede ser diametralmente opuesto. Algo que, de llevarlo de golpe a la luz de nuestra conciencia, nos podría producir un shock de insospechadas consecuencias.

Cada uno de estos modos de ser, el simétrico y el asimétrico, trata de imponerse con sus propiedades, sus leyes, sus lógicas y sus razones. Los dos modos viven sin mezclarse, como decíamos, sin fundirse el uno en el otro, aunque sí pueden formar diversas maneras de vincularse. Este fenómeno es lo que Matte Blanco bautiza con el nombre de estructuras bi-lógicas.

Las estructuras bi-lógicas son, por tanto, aquellas modalidades específicas que adquiere nuestra psique al combinarse, de distintas maneras y en diversos grados, los componentes propios de nuestro consciente y de nuestro inconsciente. Existen muchas de ellas. Nuestro psiquiatra chileno reconoció al menos quince estructuras advirtiendo que con ello no agotaba el número final. Bautizó algunas con nombres originales y específicos: Simassi, Alassi, Tridim, Molar, Altalena epistemológica, Estructura bilógica estratificada constitutiva, etc.

El tiempo ha demostrado que tras cada uno de estos intuitivos términos existía una llave maestra que ha abierto muchas de las puertas que permanecían cerradas a la comprensión cabal de un sinfín de fenómenos psíquicos. Por ejemplo, gracias al conocimiento de la estructura bilógica Simassi (= simultáneamente asimétrico y simétrico)
ARTISTAS COMO M. ESCHER, INTUYERON LA ANTINOMIA FUNDAMENTAL DEL SER HUMANO AL PRESENTAR ESTE
CONJUNTO DE FIGURAS OPUESTAS -BLANCAS Y NEGRAS-
QUE FORMAN PARTE DE UN TOTAL, SIN JAMÁS MEZCLARSE,
TAL COMO LO HACEN EL MODO SIMÉTRICO Y
EL ASIMÉTRICO EN NUESTRO PSIQUISMO.


LAS EMOCIONES PUEDEN GENERALIZAR, MAXIMIZAR E IRRADIAR UN «OBJETO INTERNO», GENERANDO UNA
FUERTE DOSIS DE SIMETRÍA EN LAS PERSONAS, QUE
LAS LLEVA, INCLUSO, A PERDER LA CONCIENCIA DE SÍ.
(«EL AMOR Y EL ÉXTASIS», FOTO DE ISABEL MUÑOZ)


EL ODIO Y EL AMOR SUELEN SER EMOCIONES QUE SE FUNDEN
EN ALGUNAS RELACIONES EN LA QUE LAS PARTES NO SON CAPACES DE DESCIFRAR LOS PROPIOS IMPULSOS DESTRUCTIVOS. (DEL FILM «QUIEN LE TIENE MIEDO A
VIRGINIA WOOLF» (USA, 1966) DIRIGIDO POR
EDWARD ALBEE Y PROTAGONIZADO POR
ELIZABETH TAYLOR Y RICHARD BURTON.)
podemos entender el fundamento de una gran cantidad de aseveraciones hechas por personas esquizofrénicas. La enferma mental que afirmaba que el médico ayudante del propio Matte Blanco era muy rico porque era muy alto, tenía un discurso bi-lógicamente válido. Es decir, no era lógico. Pero tampoco era absurdo. Esto se debe a que la altura y la riqueza participan de la misma clase consistente en tener abundancia de. El principio de simetría iguala los términos que han sido formulados asimétricamente. Por tanto, simultáneamente operan ambos modos. Rico y alto han pasado a ser lo mismo en el territorio del valer de dicha enferma. Un casosimilarde estructura Simassi ocurre con Kaspar, el joven protagonista del film «El enigma de Kaspar Hauser» de Werner Herzog (1974), quien, al ver una alta torre de piedra afirma, sin malicia ni ironía, que el arquitecto que la construyó debía ser muy alto.

No entraremos a explicar cada una de la estructuras bilógicas que Matte Blanco presenta en su libro póstumo, Thinking, Feeling and Being. Clinical Reflections on the Fundamental Antinomy of Human Beings and World (1988) Tan solo nos contentaremos con profundizar algo en dos de ellas: Las emociones y La estructura bilógica estratificada constitutiva. Esta última la veremos en el próximo número de la revista.

1. Las emociones.

Nuestro inconsciente, afirma Matte Blanco, está configurado mayoritariamente por las emociones. Estas son estructuras bi-lógicas en cuanto conjugan aspectos propios de ambos modos, a saber, el modo homogéneo o simétrico y el modo heterogéneo o asimétrico. Las emociones, por tanto, serían porciones de sensaciones-sentimiento (componente simétrico) envueltos en una delgada capa de pensamiento (componente asimétrico). Ambos componentes estructurales varían de una emoción a otra (Matte Blanco, 1975). El término sensación-sentimiento nace del hecho de que la sensación tiene un asidero corporal. Toda sensación se siente con y desde el cuerpo. Esto se debe a que la totalidad del sistema nervioso está involucrado en ello. Como así también lo están los neurotransmisores cerebrales.

Pero la emoción trasciende la sensación física. Es por eso que Matte Blanco habla de sensación-sentimiento. Es decir, de algo que tiene contenido psicológico, de algo que tiene historia e intensidad y que, llevado a una cierta tensión, pone en movimiento todas nuestras memorias generando narrativas e imágenes. En fin, las emociones son algo que se pueden expresar mediante el lenguaje verbal u otros lenguajes, aunque ese algo a muchas personas les cueste. Al expresarse, las emociones intensas harán visible aquello que estaba sumido en la inconsciencia y que impedía el sano fluir del psiquismo. Por eso, la emoción es un arco tensado que va desde el cuerpo hasta el lenguaje. La flecha que dispara apunta a la liberación de nuestra propia calidad de vida.

El envoltorio hecho de asimetría permite contener, por así decirlo, lo específico propio de cada emoción. Caso contrario, todo sería un embrollo indiferenciado. Por eso, distinguimos claramente la tristeza de la alegría, el entusiasmo de la rabia, la indignación de la aceptación, el deseo del desgano. Cada uno de estos términos conlleva un contenido psicológico distinto. Pero nuestra psique no solo alberga emociones básicas. También las hay sutiles, difíciles de precisar y comprender. Con dedicación y método podemos descifrar sus contenidos hasta vaciar la emoción (empleando un verbo querido al formador francés André Rochais), en el fondo, hasta neutralizar su efecto simetrizante. Por ejemplo, muchas veces sentimos una rabia desproporcionada cuyo origen no está exactamente en el hecho (persona o situación) que creemos que la desencadenó. Tras esa persona o situación, aparentemente culpables, hay realidades muy soterradas y de las cuales hemos perdido la memoria o bien las hemos reprimido. Si queremos saber lo que hay realmente tras nuestra rabia desproporcionada tan solo nos cabe sentirla (modo simétrico) y vincularla conscientemente desde la sensación-sentimiento a la verbalización de nuestra historia personal (modo asimétrico). Este es el camino obligado de todo medio de crecimiento personal y de toda terapia que pretenda llegar a la raíz de los grandes traumas.

Pero insistimos: no podemos crear o recrear una emoción. Ésta tan solo surge, siguiendo una dinámica propia y en función de nuestra biografía personal. Lo que sí podemos hacer es valernos de todo nuestro intelecto para descifrarla. Y para que ello sea posible, debemos, en primer lugar, sentirla en nuestro cuerpo y dejarla expandir en nuestro interior. El hecho de pensar o recordar una emoción no nos arrojará mayores beneficios. La emoción, como la lámpara de Aladino, debe frotarse contra el cuerpo. Las riquezas que otorgará el Genio vendrán del trabajo analítico, sin dobleces ni mentiras, en torno al reencuentro consigo mismo a través de la propia trama biográfica. Pero esto no tomará poco tiempo. Clarificar una emoción, una sensación-sentimiento, tan solo lleva al comienzo del camino verdadero. Muchas emociones tienen su origen en circunstancias personales en las que aún no existía el lenguaje. Son pre-verbales. Inclusive, perinatales o vinculadas a nuestra gestación y nacimiento.

Ayuda mucho al trabajo analítico tomar en cuenta lo que Matte Blanco señala como las tres características básicas de toda emoción: generalización, maximización e irradiación. (Matte Blanco, 1975, cap. XXII)

La generalización consiste en no ver el objeto específico al cual se orienta (o despierta) nuestra emoción, sino la clase a la cual pertenece dicho objeto. Emocionalmente, no vemos tanto a quien nos agrede como a todo el conjunto de agresores con los que nos hemos topado en nuestras vidas. Lo mismo ocurre con los seres que nos son simpáticos, o con los seres que manifiestan ideas contrarias a las nuestras. Hay un funcionamiento similar en nuestro inconsciente: este generaliza y trata a todos los elementos singulares por igual.

La maximización surge cuando se absorben los atributos de todos los elementos del conjunto a que pertenece el objeto de la emoción en una especie de mega-atributo. Si, por ejemplo, algunas personas se alejan despavoridas de una araña pollito, es que al atributo de gran tamaño se asocian los de peligrosidad, fealdad, repulsividad y, también al juicio (errado) de que todas las arañas son venenosas. Es decir, si dicha araña tiene un gran porte, también -para una persona no entendida en arácnidos- su poder letal será máximo. Lo mismo puede aplicarse al campo de las relaciones afectivas, al de las simpatías o antipatías políticas y a todo fenómeno donde una de las cualidades del objeto se maximiza inconscientemente.

La irradiación es una expansión de los atributos de un elemento a todos los otros que constituyen la clase o conjunto. Y más aún: puede ser la expansión de una clase a otras clases. Es una de las formas que adquiere el propio fenómeno de la simetría. El sentimiento del infinito encuentra aquí su mejor asidero. No solo el infinito físicomatemático sino ese más prosaico que aparece sin cesar en nuestro diario vivir: nunca me prestas atención, siempre te ríes de mí, nadie hace nada por mejorar las cosas… Todas son frases que obedecen a un tránsito de la maximización a la irradiación, absolutizando las situaciones.

Por eso es tan difícil hacer cambiar de opinión a una persona presa de un fuerte estado emocional. Los conceptos simplemente resbalan, por muy lógicos y articulados se intenten imponer. Es que una emoción se modifica más bien con otra emoción. Muchas personas, en el ámbito afectivo, se quejan de maltrato verbal a pesar de que su interlocutor esté formulando argumentos válidos. Aquí entra la llamada comunicación no-verbal, donde los gestos, el tono, el volumen de voz, la dirección de la mirada (su dureza o su indiferencia), pueden constituir una constelación de significados por completo diversa a la que se plantea verbalmente. En esas circunstancias, el discurso no fluye, es ambiguo y, por tanto, conflictivo. En el fondo, quien habla puede pensar concreta y honestamente en una cosa, puede estar convencido de ello, pero sus emociones delatan otra completamente distinta. Y él puede no saberlo. No puede saber -ni siquiera percibe el dique interno que se lo impide- que lo único que quiere en el fondo es destrozar por completo al ser a quien se está dirigiendo y que le ha abierto la herida, al mismo tiempo que quiere, necesita, de todo su amor. Un buen ejemplo de esto se puede ver en el drama de Edward Albee ¿Quién le tiene miedo a Virginia Woolf?, adaptado al cine por Mike Nichols en 1966, donde Elizabeth Taylor y Richard Burton constituyen una pareja que se ama y se odia al unísono, destruyéndose -básicamente por el lenguaje- sin darse tregua alguna.

¡Cómo podrían mejorar las relaciones humanas si pudiéramos concordar los pensamientos con los sentimientos soterrados! Pero no olvidemos que dichos sentimientos se han constituido en una red infinita de cavernas a las cuales no se puede acceder sin la ayuda y la motivación adecuadas. Las emociones constituyen una matriz compleja, multidireccional y multidimensional. En cambio nuestros pensamientos son lineales y constreñidos a interpretar todo desde la tridimensionalidad espaciotemporal.

Es por eso, que Matte Blanco hace una de sus afirmaciones más portentosas al respecto: La emoción no es el pensamiento pero sí es la madre del pensamiento. Con esto no solo clarifica la esencia de las emociones, sino revela de un golpe el proceso filogenético del ser humano.

San José de Maipo, junio de 2011.

 
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