Llevaban consigo muchas riquezas que los españoles querían apoderarse; dicen que llevaban baúles con oro y plata y muchos libros en sus espaldas. Subieron en grupos prohibidos-, dejó que sus compañeros se adelantaran para descansar en la localidad de Cabeza de Ternera -San Alfonso- por unos momentos. Era de noche, los animales nocturnos le acompañaban, sudaba y sus pies estaban rotos de tanto caminar por entre las piedras. Uno de los lugares más difíciles de pasar era donde actualmente está el túnel Tinoco, pues en esa época se debía subir el cerro, mirando desde las rocas escarpadas el río. Pero el dato de que este grupo de hombres escapaba con riquezas ya todos lo tenían, así que un montón de forajidos les esperaban sobre el cerro, camuflados por la oscuridad y las ramas.
Vieron venir al cura solitario con un saco al hombro, se alegraron, pensaron en la fortuna que traería en sus hombros, y sin más palabras lo encararon… De susto bajó el saco e intentó correr, pero con su cansancio y el peso del tesoro, cayó de rodillas. Los hombres lo apuntaban con un puñal, él se abrazaba del saco y les decía que sólo eran libros, pero que esa era la riqueza máxima que podían tener hombres como ellos… Los salteadores reían y le gritaban improperios… Dicen que el jesuita se encomendó a Dios en latín, los bandidos se asustaron de oír esas palabras tan raras, pensaron que el cura les enviaba las maldiciones del infierno, así es que uno de ellos con el puñal se acercó al eclesiástico lo tomó de las mechas y le cortó la cabeza… La sangre coloreó las rocas y el cuerpo fue tirado hacia el barranco, y al abrir el saco, qué sorpresa resultó para los asesinos, que no sabían ni leer… ¡eran sólo libros!
La cabeza fue lanzada al río y ellos escaparon del lugar, dejando los libros esparcidos. Dicen que el cuerpo se secó en la ladera, sin que nadie lo reclamara. Sus compañeros siguieron su ruta, sólo algunos lograron llegar hasta la costa Atlántica, otros quedaron en el camino.
Hasta el día de hoy el cura cuida la riqueza que murió por salvar. En la última curva del túnel el Tinoco existe una piedra en la que a veces por las noches se deja ver un bulto que levanta sus manos frente a quienes pasan por allí. El lugar lo han bautizado como "la vuelta del cura"… Esa alma en pena se ha quedado para cuidar los libros que buscaban al ser humano para hacerlo librepensador.