Revista Dedal de Oro N° 61
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 61 - Año X, Invierno 2012
PREAMBULO
LA SED DE SER
JUAN PABLO YÁÑEZ BARRIOS

27 de mayo de 2012, Día del Patrimonio Cultural en Chile, día de lluvias torrenciales y vientos arrasadores en el centro y sur del país. En el Cajón del Maipo llueve a chuzos, sin tregua, horas y horas. En la estación El Melocotón, el tren patrimonial (en proceso de recuperación por acción de la Agrupación Ave Fénix) se dispone a pasar el día en reposo. Algo así como el reposo del guerrero. Se ha decidido que ese día, debido a la lluvia tempestuosa, lo adecuado es mantener el tren detenido. Se espera a poca gente, nada del entusiasmo de años anteriores, cuando el sol brillaba en las respectivas celebraciones del Día del Patrimonio y la gente llegaba en masa a dar una vueltita en tren y a despertar sus melancolías impregnándose de fierros ferroviarios, uno de los aspectos de los múltiples que abarca lo que ambiguamente llamamos "lo cultural". Siendo así, pues, este día lluvioso no habrá tren, sólo se mostrarán a los posibles escasos visitantes -en la sala cultural, bajo techo-, fotos, películas, dibujos y otros testimonios de la gente recreando su cariño al tren a través de los años…

Hubo un "gallito" allí, un gallito entre el mal tiempo y… ¿qué? ¿Qué es lo que mueve a la gente contra viento y marea, lo que la anima a desafiar los imponderables –como la lluviaque se interponen a su distracción en las escasas ocasiones –como el Día del Patrimonio Cultural- en que puede hacerlo más allá de la oferta común, que suele ser comercial? Veamos.

Los engranajes que mueven a la sociedad que hemos construido en Chile nos condenan a perseguir nuestras metas en base a dos ejes: rendimiento y competencia. Esta es una realidad que abarca tanto al campo educacional como laboral, ya que se educa para posteriormente laborar en una sociedad que está jerarquizada según el poder económico y que genera criminalidad y degradación del medio ambiente, esto como consecuencia del gran valor que se le da al lucro y a la competencia. Se trata de un círculo vicioso. Se valora principalmente el sacrificio, la abnegación, la renuncia, y se menosprecia el ocio creativo y la re-creación del espíritu a través de "lo cultural". Resultado: una sociedad espiritualmente pobre que relega al sótano de las conciencias individuales el crecimiento de las personas como seres íntegros.

Así nace la sed. Así crecen los seres sedientos que, en gran mayoría, conforman la sociedad. ¿Sedientos de qué? De armonía, de equilibrio interior, de libertad para llegar a ser íntegro. Es una sed indefinida, el fantasma de lo creativo reclamando sus derechos en los dominios del inconsciente y del subconsciente.

Mucha gente no se da cuenta de que tiene sed de cultura y de que vive en una sociedad sedienta de ocio creativo. La cultura no es exactamente erudición, sabiduría, conocimiento, ilustración, sapiencia… Estos términos muestran sólo una de sus caras. La palabra cultura (del latín "cultus") alude por cierto a la ilustración, al intelecto, pero también está ligada al espíritu, a esa propiedad innata del ser humano de crear a partir no sólo desde un proceso intelectual, sino también espontáneamente a partir de sus sensaciones, sus sentires, sus emociones, sus deseos, sus instintos, sus intuiciones, sus pasiones…

Sobre todo, desde este último aspecto nace la sed, la sed de libertad creativa, la sed de ser. Esta sed de re-crearse libremente choca en forma inevitable con los engranajes que mueven a la sociedad: el lucro y la rivalidad. Y en ese contexto –el de "tener que rendir para ser considerado" versus "necesitar crear para llegar a ser íntegro"-, se da el gallito que busca la libertad de sentirse viviendo de verdad.

Vivir de verdad, por ejemplo, al andar en un humilde trencito que de uno u otro modo representa los valores relegados en nombre de un progreso mal entendido, que sólo se construye en base al rendimiento y la competencia, perpetuando al ser incompleto como el elemento per sécula seculórum de la sociedad actual.

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