Revista Dedal de Oro N° 70
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 70 - Año XIII, Primavera 2014

LINTERNA-TURA

MACHADO Y EL MISTERIO DE LAS ABEJAS PERDIDAS
ANTONIO GIL
Antonio Machado.
ANTONIO MACHADO.


Una abeja posándose sobre un dedal de oro, en el Cajón del Maipo.
15 SEPTIEMBRE 2014. UNA ABEJA POSÁNDOSE SOBRE UN DEDAL DE ORO,
EN EL CAJÓN DEL MAIPO.

Monique Alonso, en su libro "Antonio Machado, el largo peregrinar hacia la mar", nos cuenta de la vida del gran poeta español durante los últimos tres años de aquella su vida, sencilla y profunda, nacida "en un huerto de Sevilla donde madura el limonero" y forjada en "veinte años en tierra de Castilla".

Fue en ese período final de su existencia cuando Machado colaboró activamente en la creación de una suertes de tarjetas postales, que por iniciativa de Giner de los Ríos, ministro de Comunicaciones del Gobierno de la República, permitieron a miles de niños refugiados en lugares distantes del frente de guerra comunicarse en forma gratuita con sus padres que se habían quedado rezagados en varias zona del cruento conflicto.

Espigamos el texto de una de ellas, en la que la imagen nos muestra a unos pequeños cultivando un jardín, acompañados de una inscripción que reza así:

Si viene la primavera, volad a las flores, como abejas; volad a las flores, niños...

Hoy, al leer esas simples palabras del que un día nos dijo "caminante no hay camino, se hace camino al andar", inevitablemente se nos produce un raro escalofrío. Sabemos que por los cuatro costados del mundo las abejas, misteriosamente, han comenzado a desaparecer. Y más allá del dolor "poético" que esto podría suscitarnos, nos aprieta el corazón como una garra la certeza de que si las abejas dejan de existir, la especie humana desaparecerá con ellas al no producirse la polinización de la cual son responsables en cerca de un 87%. Sin abejas no hay pan, no hay frutas, ni verduras, ni madera ni maíz, ni algodón ni pastos ni nada. Se trata de un fenómeno reciente bautizado como el "Síndrome de Colapso de las Colmenas", el que fue descubierto hace algunos años por el apicultor estadounidense David Hackenberg, quien durante una revisión rutinaria a más de 3.000 panales que mantenía en uno de sus campos descubrió que más de la mitad de ellos estaban desiertos. En la mayoría solo quedaba la abeja reina y unas cuantas guardianas. Tampoco había abejas muertas en las inmediaciones. "Fue como si caminara por un pueblo fantasma", dijo Hackenberg en esa oportunidad a la revista Scientific American.

Ocurre que la aniquilación se ha propagado ya como un incendio en una pradera seca, convirtiéndose en una catástrofe planetaria. En Chile por ejemplo, se ha verificado la desaparición de millones de estos benéficos y mágicos seres, medio insectos medio hadas del bosque. Se ha acusado de este misterioso hecho desde las frecuencias de los teléfonos celulares hasta el uso de plaguicidas, sumado a un supuesto recalentamiento global que merma las cantidades de polen disponible para estos insectos de oro y su prodigiosa función en el ciclo de la naturaleza. De otra parte, se señala que el uso indiscriminado de los llamados plaguicidas neurotóxicos dañan el sistema nervioso de estos insectos, que al tomar contacto con estas fatídicas sustancias al momento de recolectar polen en plantas tratadas con ellas, se envenenan y vuelan sin rumbo sin hallar el camino de regreso a casa, junto a sus hermanas y sus mieles y sus ceras.

Es muy importante consignar que, según opinión de los científicos, uno de cada tres alimentos que consumimos llega a nuestra boca gracias a la polinización de las abejas. Según dichos expertos, frutas como las frambuesas, peras, manzanas; verduras como el espárrago, tomates; plantas para producir aceite como el girasol e, incluso, las viñas que producen vino requieren la participación de las abejas.

En su sabiduría infinita, la naturaleza ha dotado a cada abeja obrera con sensores de dióxido de carbono, oxígeno y de temperatura, los que les permiten detectar el polen a largas distancias. De otra parte, el cuerpo de las abejas está diseñado para cargarse de electricidad estática; así, cuando recolectan el alimento en las flores, los gránulos de polen quedan adheridos a ellas permitiendo que este agente de vida vaya de una flor hasta otra en su prodigioso y anónimo viaje. Es la primavera un momento propicio para alertar acerca de esta realidad que habría llenado de lágrimas los ojos de Antonio Machado, y que hoy llena esta estación florida y desbordante en un instante de reflexión profunda y serena. ¿Qué le estamos haciendo a nuestra única morada que es la Tierra? ¿Cuándo olvidamos nuestra condición de creaturas, como todas las demás, para convertirnos en creadores de catástrofes? Por fortuna no todo está perdido. Especialista indican que, además de plantar flores, existen otras importantes medidas para proteger a las abejas polinizadoras, conservando la especie y aumentando su número, con los importantes beneficios que esto conlleva para la vida y la biodiversidad.

"Poner sistemas de nidificación para las abejas nativas, como trozos de cañas vacías, pequeñas ramas secas, paredes de barro o adobe con agujeros o nidos de madera, sería una buena alternativa, en conjunto con la posibilidad de sembrar semillas de flores nativas o plantar arbustos (Chilco) y árboles nativos como el arrayán, el quillay, radal, entre otras, sería una muy buena medida". ¡Pongámonos hoy mismo en acción y no despertemos a Machado, por Dios Santo, de su sueño con noticias malignas. Dejemos que en esta primavera pueda seguir diciéndonos, con su ternura de maestro primario, sencillo y hermano masón, al oído: volad a las flores, como abejas; volad a las flores, niños...

 
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