|  
                  Centrados 
                    en toda la vida 
                    mundos que 
                  están aún más lejos: planetas, estrellas, 
                  cometas...; sabe que sus actos, directa o indirectamente, a 
                  corto o largo plazo, afectan al Todo, y que su creatividad o 
                  destructividad tarde o temprano lo afectará a él 
                  y a sus descendientes. 
                      | El 
                        biocentrismo es una epistemología (modo de percibir 
                        la realidad) centrada en todo lo viviente, en toda la 
                        vida. La mayoría de los pueblos arraigados del 
                        mundo son biocéntricos, y esto se nota claramente 
                        en su comportamiento. Un humano biocéntrico no 
                        tiene vergüenza de hablarle, cantarle u ofrecerle 
                        ofrendas al Sol, a la Tierra, a una vertiente, una montaña, 
                        al espíritu del ciervo o del oso, o a un cactus 
                        gigante en el medio del desierto. Tampoco se siente ridículo 
                        haciéndole música o llorándole a 
                        las nubes para que vengan a descargar sus agüitas 
                        donde se las necesita. Para él, todos estos seres, 
                        así como los astros, los mares, las nubes y los 
                        vientos son seres ancestrales con los que estamos íntimamente 
                        relacionados. Son Abuelas, Padres, Madres, Hermanitas, 
                        Hermanos. En otras palabras: son nuestra familia. El discurso 
                        del jefe Seattle, que no por casualidad se ha hecho tan 
                        popular últimamente, es una de las más bellas 
                        y claras expresiones de una epistemología biocéntrica 
                        que tenemos a mano. El 
                          biocéntrico, al percibir la vida en forma holista, 
                          ve claramente que su destino está indisolublemente 
                          ligado al de todos los seres, todas las cosas y los 
                          fenómenos de la biosfera del pasado, del 
                          presente y del futuro- y al de  |  |   Arnold 
                        Genthe, Doris Humphrey, hacia 1915, Stephen White Gallery. 
                        ...este cuerpo que hace posible el alma y esta alma que 
                        hace posible al cuerpo... |  Como 
                  estamos comprobando duramente en estos días, es un hecho 
                  que nuestro modo de pensar y percibir la realidad, y nuestros 
                  actos y modo de desarrollo consecuentes, afectan a las nubes, 
                  a la lluvia, a los ríos y los mares; afectan el estado, 
                  la cordura o sicosis ecológica 
                  de ecosistemas, bioregiones, ciudades, así como la calidad 
                  y el equilibrio creativo de nuestras vidas individuales. En 
                  la naturaleza todo es flujo recursivo, todo está interconectado 
                  en el espacio y en el tiempo.  Así, 
                  el biocéntrico, por necesidad vital, por cariño 
                  y gratitud ya que le ha tocado criarse dentro de una cultura 
                  que efectivamente genera cariño y gratitud, y no odio, 
                  hacia la creación-, cuida todo: ama a su prójimo 
                  como a sí mismo... porque somos nuestro prójimo 
                  y nuestro prójimo es nosotros; prójimo que incluye 
                  a todas las cosas, los seres y los fenómenos de la biosfera. 
                  El biocéntrico, entonces, busca empatizar, fluir, armonizar 
                  con la naturaleza que le da la vida; trata de entender su biológica 
                  y de resonar con ella; de hacer un acorde armonioso con ella... 
                  consigo mismo, con este cuerpo que hace posible el alma y esta 
                  alma que hace posible al cuerpo. Nosotros, 
                  en cambio, con nuestra peculiar incultura, siempre buscamos 
                  derrotar o conquistar a la naturaleza para sacarle el jugo a 
                  nuestro antojo. Es el hijo ciego de arrogancia, ambición 
                  y miedo, que ya no percibe, ya no siente ni ve a la Madre, y 
                  abusa violentamente de ella y de toda la comunidad biótica 
                  que ella generosamente ha creado. Este es el humano antropocéntrico; 
                  literalmente: centrado sólo en el hombre. De esta percepción 
                  tan limitada, tan microscópica, se derivan toda una serie 
                  de ismos letales que atomizan la unidad biosférica: el 
                  ser humano centrado sólo en su especie (chovinismo humano); 
                  en su raza (racismo); en sus compatriotas (nacionalismo); en 
                  su género (machismo/feminismo); en su familia nuclear 
                  (forma un poco más extendida de egoísmo); en su 
                  mafia (gangsterismo); en su partido político... pero, 
                  finalmente, sobre todo centrado en sí mismo, en su ego 
                  cristalizado, contraído a su mínima expresión; 
                  un ego que ha perdido todas las fecundas extensiones biosféricas 
                  de su Ser. Este solitario, alienado y siempre frustrado ser 
                  humano sólo busca su propio beneficio a corto plazo, 
                  su inmediata gratificación que llene por un instante 
                  siquiera el vacío de su alma, su placer, su orgasmo, 
                  su fortuna, su poder... y, en aras de todos estos auto-consuelos, 
                  sacrifica directa o indirectamente, a largo o corto plazo- 
                  todo lo que lo rodea: a sus congéneres, su familia, el 
                  futuro de sus hijos y nietos, y, por supuesto, a su prójimo 
                  biosférico; es decir, a todo el resto de la naturaleza 
                  que más encima ni siquiera es humano y que, por tanto, 
                  según él/ella no vale nada. Nuestra 
                  cultura es un cóctel de teologías y teorías 
                  científicas antropocéntricas con el que se ha 
                  entronizado, a niveles muy profundos de nuestro ser, al ser 
                  humano en la cúspide de una absurda y mortal pirámide 
                  de poder... ¡divino! Esta visión está determinando 
                  todos nuestros desarrollos dentro de la biosfera. Se ha legalizado 
                  e institucionalizado: la pirámide de poder se replica 
                  en la estructura de los países, de la sociedad, la familia, 
                  y en nosotros mismos cuando nuestra mente racional, acicateada 
                  por todos los debes, estereotipos y modos de subsistir que impone 
                  nuestra torcida cultura, tiraniza a todo el resto de nuestro 
                  ser. Todas 
                  las culturas piramidales antropocéntricas derivadas del 
                  básico chovinismo humano, al negar nuestra hermandad 
                  con el resto, al excluirlo y tratar de explotarlo, no son viables, 
                  no sobreviven mucho tiempo, se autodestruyen y destruyen mucho 
                  mundo a su alrededor. Así se dan las bélicas, 
                  violentas culturas teocéntricas, centradas en Dioses 
                  creados a imagen y semejanza de humanos específicos como, 
                  por ejemplo, un Dios blanco, macho, barbudo, juzgador y vengativo, 
                  y que trasciende a la materia. Esto último quiere decir 
                  que este Dios vive muy lejos, allá arriba en el cielo, 
                  y no está inmanente en no está adentro de- 
                  las rocas, árboles y animales, ni siquiera en la biosfera 
                  como un todo. Según este tipo de teocentrismo trascendente, 
                  que deriva de un crudo antropocentrismo desarraigado, de todos 
                  los seres de la biosfera sólo en el ser humano reside 
                  una chispa de divinidad (¿en su cráneo, en su 
                  pecho/alma?). Y acordémonos que cinco siglos atrás, 
                  cuando la necesidad de colonizar América era imperiosa 
                  (buscar oro destruyendo los pueblos que entorpecieran su materialista 
                  misión), se decidió que ni siquiera los indios 
                  tenían alma. Así se los podía destruir 
                  sin remordimientos. Asesinar paganos, de diversas y cruelísimas 
                  formas, pasó a ser, para muchos, una misión divina. Uno 
                  de los principales pecados de los paganos era justamente su 
                  animismo; es decir, el percibirle alma a todo: a los animales, 
                  a las cosas y a los fenómenos de la naturaleza (ánima= 
                  alma). Para el animista, para el arraigado, el espíritu 
                  divino es a la vez trascendente e inmanente a la materia; es 
                  decir, todas las cosas, seres y fenómenos de la biosfera 
                  son el espíritu divino hecho forma. A la vez, este espíritu 
                  viene de muy lejos, de lo más profundo y misterioso del 
                  Cosmos, y por lo tanto trasciende, en el espacio y en el tiempo, 
                  a la materia y a nuestras modestas inteligencias... Al 
                  percibir al espíritu divino como trascendente e inmanente 
                  a la vez, se elimina de un solo plumazo el terrible maniqueísmo 
                  que ve la vida y la muerte, el cuerpo y el alma, el ser humano 
                  y la naturaleza, como fenómenos opuestos, escindidos, 
                  contradictorios. La ideología dualista sustenta, sin 
                  darse cuenta, una de las visiones más desprovistas de 
                  compasión y de sabiduría que ha producido la mente 
                  humana: que todo el resto de la biosfera, salvo el ser humano 
                  (y esto a veces con reservas) es des-almado. Según esta 
                  filosofía, el ser humano, semi divino, orgullosamente 
                  trasciende la naturaleza, está fuera y sobre ella, de 
                  hecho, está en guerra con ella... Aquellos que no logren 
                  liberarse de esta programación de sus mentes/cuerpos 
                  van a seguir destruyendo, manipulando y degradando a nuestro 
                  prójimo no-humano sin consideraciones. Peor aún, 
                  como realmente somos también lo no-humano, esta patología 
                  se traspasa directamente al trato entre los humanos, y la violencia 
                  descontrolada, el terrorismo, el abuso, la violación, 
                  la tortura y el uso constante de la fuerza bruta, se generalizan. Si 
                  se descubre que todo tiene alma en la naturaleza, se derrumba 
                  en un instante la interesada y artificial jerarquía que 
                  coloca con todo derecho al hombre único 
                  descendiente directo de Dios- en la punta de la pirámide 
                  del poder dentro de la biosfera: el Rey de la Creación 
                  (¿Rey de la Destrucción?). De esta racionalización 
                  se desprende lógicamente que algunos hombres superiores, 
                  los alfa de esta enferma sociedad, tienen el pleno derecho a 
                  reinar en la cúspide de la estructura monárquica-eclesiástica-política-militar-comercial. 
                  Desgraciadamente, dada la patología de nuestra sociedad, 
                  casi siempre estos líderes terminan siendo los hiper-poderosos 
                  (los armados hasta los dientes que pueden movilizar ejércitos), 
                  los hiper-intrigantes, los más brutos, los más 
                  fuertes y ambiciosos, o sus títeres... Muchos de los 
                  líderes actuales de la humanidad sí que son para 
                  asustarse. Para 
                  esta mentalidad, basada en el conflicto entre el poder y la 
                  impotencia, entre el dictador y los sometidos, lo más 
                  importante es dejar bien claro que en todos los ámbitos, 
                  naturalmente y por mandato divino, se dan estas pirámides 
                  de poder y de orden jerárquico: en el reino de los cielos, 
                  en la naturaleza, en la sociedad, en el ejército, en 
                  el clero y en la familia en que ronca el padre. Del mismo modo, 
                  entonces, se dan las culturas dominadas por grupos de poder, 
                  por élites religiosas, económicas, 
                  raciales, militares... o por una asesina gerontocracia, o dictadura 
                  de ancianos alienados, como en la China Popular de hace poco 
                  tiempo atrás. En términos de los caóticos 
                  y mortales resultados socioecológicos, da un poco lo 
                  mismo quiénes detenten y orquesten el poder brutal. Como 
                  dijimos más arriba, las culturas antropocéntricas, 
                  desarraigadas, autoritarias e imperialistas no son viables. 
                  Es decir, tienen una corta vida, y muchas veces terminan abruptamente, 
                  violentamente, como los aztecas, como los nazis... Los 
                  pueblos arraigados en sus culturas biocéntricas, al apreciar 
                  e incluir en la esfera de su conciencia y de sus afectos a toda 
                  la biosfera incluyendo a otras culturas humanas distintas 
                  a la propia en lo coyuntural pero semejantes en lo esencial-, 
                  al percibir este Todo como parte vital de su Ser, pueden durar 
                  milenios, alcanzando complejos estados de equilibrio dinámico 
                  y creativo, integrados a su biosfera local. Y todo lo que estos 
                  pueblos biocéntricos están haciendo es calcar 
                  mejor la biológica de la creación: su diversidad, 
                  su ecuanimidad (su ética amoral pero igualitaria), su 
                  flexibilidad, su belleza (su estética), su creatividad, 
                  su fuerza, su ingenio, su espíritu a veces un tanto burlón... Para 
                    este desarrollo es indispensable identificarse con algún 
                    lugar, ser de alguna tierra, de alguna isla, mar, desierto, 
                    de los hielos o de la selva. Echar concretamente raíces 
                    físicas y espirituales en algún pedacito, ojalá 
                    no demasiado maltratado, de la Pachamama. Y ahí cultivar, 
                    cultivarse... crecer extendiéndose afectiva y mentalmente 
                    a los cerros, los bosques, las aguas, los cielos y todos los 
                    seres de todos los reinos de la biosfera. Sin este arraigo 
                    concreto es difícil entender lo que se está 
                    realmente perdiendo para toda la biosfera mientras tantos 
                    seres humanos seguimos presos en la alucinación de 
                    la antropósfera. Huachos..., huérfanos..., sin 
                    familia..., desarraigados de nuestro propio cuerpo macroscópico, 
                    de nuestro propio planeta Tierra, de nosotros mismos. 
 |