|  
                    Fuimos 
                    fondo marino, montaña, picaflor... 
                     
                      
                      |  Para 
                          la biología y la ecología convencionales 
                          la biosfera es sólo la “capita” de 
                          lo viviente, la así llamada vida orgánica 
                          que se desarrolla sobre la corteza terrestre, desde 
                          una cierta profundidad en los mares hasta una cierta 
                          altura en la atmósfera. El holista, o el ecólogo 
                          profundo, en cambio, percibe que lo orgánico 
                          y lo inorgánico constituyen distintas fases de 
                          un único fenómeno. Son exactamente los 
                          mismo elementos que han estado reciclándose en 
                          la Tierra desde su formación, lo inorgánico 
                          dando paso a lo orgánico y viceversa, en una 
                          alucinante y misteriosa danza creativa. |  |   |   
                    Según 
                      los científicos la Tierra es un sistema cerrado con 
                      respecto al cosmos porque no intercambia materia con este 
                      último, sino sólo energía. Nuestro 
                      planeta recibe cantidades de luz solar e irradia de vuelta 
                      calor (proceso que está siendo entorpecido hoy en 
                      día por el “efecto invernadero”), pero 
                      prácticamente no ha entrado materia al sistema terrestre 
                      ni ha salido de él desde sus orígenes. El 
                      polvo cósmico y los aerolitos que caen en la superficie 
                      terrestre, así como los satélites que enviamos 
                      para afuera de la atmósfera, son hechos muy aislados 
                      y no representan un ingreso o salida suficientemente grandes 
                      y regulares de materia como para tomarlos en cuenta. Lo 
                      que esto nos está diciendo es que nuestro cuerpo 
                      está compuesto de átomos, moléculas, 
                      partículas y elementos, que provienen de todos los 
                      tiempos, de todos los lugares y de todas las cosas, plantas 
                      y animales de la biosfera. ¡Recordemos entonces! Nuestros 
                      átomos han sido fondo marino, punta de montaña, 
                      picaflor, murciélago, parte de Cleopatra, de Jesús, 
                      de Hitler, un antiquísimo tigre diente de sable hace 
                      millones de años o una exótica orquídea 
                      andina. Así de biosférica es nuestra identidad. Somos 
                    una pequeña galaxia efímera, una constelación 
                    momentánea y milagrosa de agua, tierra y sol, un microcosmos 
                    donde está presente todo el macrocosmos que es la biosfera 
                    con respecto a nosotros. Después de morir devolvemos 
                    nuestras partículas al flujo recursivo de la biosfera 
                    para que vuelvan a incorporarse a otras constelaciones nacientes... 
                    ¿Y qué pasa con vibraciones más sutiles?... 
                    ¿Con el alma, el espíritu?... Poco sabemos. 
                    Hay que preguntárselo al corazón de la Pachamama 
                    y del Cosmos... De nosotros mismos. Percibido 
                    desde un modo de percepción holista, la vida, la biosfera, 
                    abarca directa y concretamente desde el magma del centro de 
                    la Tierra... pasando por la corteza, sus cavernas, volcanes, 
                    lagos, ríos y mares subterráneos... por sus 
                    océanos exteriores... pasando por toda la atmósfera 
                    hasta sus capas más altas, sin olvidarse de una serie 
                    de capas como la magnetosfera, por ejemplo (inmenso y misterioso 
                    campo magnético de extraña forma que rodea la 
                    Tierra)... hasta el Sol a ¡150 millones de kilómetros 
                    de distancia! Nadie puede decir que el Sol, a pesar de esta 
                    gran lejanía, no está relacionado con la vida. 
                    Estrictamente hablando, es todo el Cosmos el que está 
                    involucrado, gestando -¿acurrucando?- en uno de sus 
                    remotos rinconcitos el frágil y milagroso fenómeno 
                    de la vida. |