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                    Los 
                  sinfonistas románticos. 
                      | Gastón 
                          Soublette Asmussen |  En 
                  la foto: Isolda ofrece aTtristán 
                  el trago del amor y la muerte.Esta 
                  obra fue represenada por vez primera el 10 de junio de 1865 
                  en el Teatro Nacional de Munich. Su autor es Richard Wagner, 
                  compositor romántico de dramas musicales que influyo 
                  fuertemente en la evolución de las sinfonías de 
                  compositores posteriores, como Bruckner y Mahler. 
                  heroicos del 
                gran antecesor para dar paso a la expresión de sentimientos 
                más dulces y hondos, hasta alcanzar las fronteras de la 
                mística. 
                    | 
                        Las sinfonías que se compusieron 
                          en Europa durante el siglo XIX son, todas, formas musicales 
                          derivadas del arquetipo sinfónico beethoveniano; 
                          por eso todos los compositores así llamados románticos 
                          se reconocen como discípulos de Beethoven. De 
                          él, Schubert, Mendelsohn, Schumann y Brahms heredaron 
                          la estructura de la orquesta sinfónica moderna, 
                          a la que agregaron más instrumentos de viento 
                          y percusión hasta culminar en el gigantismo sinfónico 
                          de Wagner y Mahler. Pero sin bien Beethoven fue claramente 
                          un hijo de la Revolución Francesa y un artista 
                          fuertemente marcado por el estilo marcial y heroico 
                          que las guerras napoleónicas impusieron en toda 
                          Europa, los compositores que le sucedieron atemperaron 
                          los acentos marciales y  |  |   |  Mientras 
                  el avance de la era industrial imponía inconscientemente 
                  a la sociedad europea una concepción mecánica 
                  y utilitaria 
                  de la 
                  vida, 
                  el romanticismo, 
                  como contrapartida, 
                  se elevaba en formas orquestales capaces 
                    
                  de expresar una verdadera transfiguración poética 
                  de la existencia humana. Franz Schubert y Johannes Brahms aparecen 
                  así como los dos más grandes hijos del arte de 
                  Beethoven, que parece culminar en las cuatro monumentales sinfonías 
                  del segundo de ellos. Brahms mismo lo declaró siempre 
                  para definir su estética: Mi modelo es y será 
                  siempre Beethoven. Pero si bien la forma tradicional de 
                  la sinfonía, en Brahms, llega a su culminación 
                  en el siglo XIX, no estaba él habilitado para ser el 
                  pionero de la música del futuro, pues, en sus cuatro 
                  sinfonías, esa forma musical tradicional dio todo lo 
                  que podía dar. Por eso podemos decir que Brahms, si bien 
                  es una cumbre, es también una conclusión. 
                 Un cambio 
                  trascendental debía introducirse en la evolución 
                  de la música europea para que el cerco formal de la tradición 
                  se rompiera y advinieran al escenario musical otras expresiones 
                  estéticas en el arte de los sonidos. Y ese cambio trascendental 
                  fue introducido por Ricardo Wagner y su drama musical. Wagner 
                  no fue compositor de sinfonías, y las grandes obras orquestales 
                  que conocemos de él son sólo oberturas, preludios 
                  e interludios que él compuso para sus óperas. 
                  Pero justamente eso es lo que le permitió introducir 
                  en el lenguaje orquestal de su tiempo recursos expresivos desconocidos 
                  hasta el momento; recursos emanados justamente de las temáticas 
                  de sus grandes dramas cantados. Libre de la tradición 
                  beethoveniana, sus trozos sinfónicos están constituidos 
                  por una forma de composición que no necesita de ningún 
                  marco formal preestablecido que seguir. 
 El primer gran discípulo que Wagner reconoció 
                  en el dominio de la música orquestal fue el austriaco 
                  Anton Bruckner, quien, definiéndose como un heredero 
                  de Beethoven, recoge toda la experiencia sinfónica de 
                  Wagner y la aplica a la forma sinfonía. Por eso era fatal 
                  que esta nueva escuela en el arte de componer sinfonías 
                  fuera fuertemente combativa por Brahms, quien encabezó 
                  un movimiento de oposición a lo que Bruckner llamó 
                  la Nueva Escuela Germánica.
 Lo interesante 
                  de esta escuela es que, por el hecho de que Wagner se inspiró 
                  en la antigua mitología germánica para los libretos 
                  de sus óperas, eso introdujo en la música sinfónica 
                  de Europa algo que podemos llamar la Religión Cósmica. 
                  Las sinfonías de Bruckner en ese sentido son un desarrollo 
                  más potente aún y más próximo a 
                  la mística de esa misma religión. El discípulo 
                  más genial que Bruckner puede reconocer en esa línea 
                  estética fue el judío austriaco Gustav Mahler, 
                  en cuyas gigantescas sinfonías la religión cósmica 
                  campea libremente hasta alcanzar la frontera de la alta mística, 
                  pero una mística más enraizada en la mitología 
                  que en la tradición religiosa cristiana europea. En ese 
                  sentido, la influencia que Nietzsche ejerció sobre él 
                  fue determinante. Pero Mahler vivió en tiempos del auge 
                  moderno del judaísmo, y al fin abandonó el neopaganismo 
                  nietzscheano para abrazar fuertemente la tradición religiosa 
                  de sus ancestros; por eso en sus últimas sinfonías, 
                  la Torah y la Cábala hebreas han dejado en su obra vestigios 
                  inconfundibles, sobre todo en las dos últimas de sus 
                  diez sinfonías. Mahler tenía 
                  de la sinfonía una concepción macrocósmica. 
                  Al respecto, declaró que para él componer una 
                  sinfonía era como crear un mundo. Por eso en la forma 
                  sinfonía él introdujo innovaciones, incluyendo 
                  en sus movimientos fragmentos derivados de la forma canción 
                  y del poema sinfónico. Sus diez sinfonías marcan 
                  el fin real de esta forma musical en el mundo, porque las sinfonías 
                  compuestas posteriormente por los compositores soviéticos 
                  carecen de la significación estética de los ejemplares 
                  compuestos en el movimiento creativo que inicia Beethoven y 
                  culmina en Mahler. Las sinfonías de Shostakovic y Prokoffief 
                  son más construcciones sonoras de carácter mecánico 
                  que auténticas sinfonías en el sentido que las 
                  concibieron los creadores alemanes del género.
 
 
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