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                    | Gastón 
                        Soublette Asmussen |   
                  Chaplin 
                    y el I Ching.  
                      Quien quiera profundizar en el conocimiento del I Ching 
                      (EL Libro de las Mutaciones) puede informarse en La Libroteca 
                      del Dedal de Oro (teléfono 8611526).  
                    con un pasaje 
                  del I Ching... El pasaje, correspondiente al comentario de una 
                  línea especial en un hexagrama, decía: Se 
                  encuentra con su amo y señor en una angosta callejuela. 
                  El amo y señor en este caso es el «gran maestro»... 
                  Según la doctora Hoffmann, Chaplin, intuyendo que la 
                  pregunta 
                  venía cargada de energía psíquica (la obsesión), 
                  dio una respuesta en clave. Con lo cual sugirió al interlocutor 
                  y a todos los asistentes capaces de ver mas allá de las 
                  apariencias, que tras el disfraz del vagabundo Charlie, se escondía 
                  una figura de mayor trascendencia. 
                      | Cuando 
                          yo tenía siete años de edad mi madre me 
                          llevó por primera vez al cine. En el Teatro Rialto 
                          de Viña del Mar vi la película “El 
                          Pibe”, de Charles Chaplin. La impresión 
                          que me produjo fue enorme, por lo cual la figura del 
                          hombrecito del sombrero de hongo y el bastoncillo de 
                          colihue se me grabó con trazos indelebles en 
                          la memoria. En mi adolescencia y primera juventud, este 
                          simpático vagabundo se había transformado 
                          para mí en una obsesión, lo cual se manifestaba 
                          en el hecho de buscar constantemente en las noticias 
                          de espectáculos de los diarios los cines de Valparaíso, 
                          Viña del Mar y Santiago en que se daban y repetían 
                          sus películas, como también en el deseo 
                          de leer todo lo que se había escrito sobre él 
                          y que estaba al alcance de mi mano. Un 
                          día del año 1952, estando en París 
                          con motivo de mis estudios de música, vi una 
                          revista francesa (Paris Match) en cuya tapa aparecía 
                          Charles Chaplin a los cincuenta años. La fotografía 
                          era hermosa. Su actitud era meditativa, y en un pequeño 
                          recuadro a pie de página, aparecía el 
                          pequeño vagabundo. La publicación de esta 
                          fotografía coincidió con el estreno en 
                          París de su película «Candilejas», 
                          de manera que al verla yo en la revista caí en 
                          la cuenta de que ese día ambos estábamos 
                          en la misma ciudad. Mirando fijo la imagen le dije: 
                          Hoy tú y yo hablaremos... Por 
                          intermedio de una señora chilena de gran figuración 
                          social (María Edwards de Errázuriz) conocí 
                          es misma tarde a una señora francesa que era 
                          amiga del director del hotel Ritz, donde se alojaba 
                          Chaplin, y ella me introdujo en el lujoso albergue en 
                          que se hallaba mi héroe. Pocos minutos después 
                          me encontraba yo en una conferencia de prensa del actor 
                          junto a cien periodistas de todas las nacionalidades. 
                          Todos le preguntaron cosas relativas al estreno de Candilejas, 
                          salvo el suscrito, quien, recordando la imagen de la 
                          revista Paris Match, le preguntó: Sr. Chaplin, 
                          ¿volverá usted a hacer una película 
                          con su antiguo personaje? Chaplin pareció no 
                          estar preparado para esa pregunta, porque lo dejó 
                          pensativo y lo obligó a hacer una pausa antes 
                          de responder. La respuesta fue la siguiente: Hace 
                          muchos años, cuando era yo muy joven, me encontré 
                          con ese hombrecito en una angosta callejuela de Londres. 
                          Nos hicimos amigos y caminamos juntos toda una vida, 
                          hasta que, de pronto, sin saber por qué, lo perdí 
                          de vista. Ahora no sé si en el tiempo que me 
                          queda de vida lo volveré a encontrar... La 
                          hermosa anécdota fue transmitida a la doctora 
                          Lola Hoffmann, quien de inmediato reaccionó con 
                          gran sorpresa, haciéndome ver que la respuesta 
                          de Chaplin se relacionaba  |  | 
 
 
 |  Esa 
                    explicación de Lola Hoffmann fue el estímulo 
                    que me impulsó a continuar mi búsqueda acerca 
                    del héroe de mi infancia, pero ya no sólo movido 
                    por la emoción, sino por el deseo de acceder al misterio 
                    de sabiduría que en él se oculta. Mis investigaciones, 
                    en efecto, dieron sus mejores frutos con las películas 
                    Luces de la Ciudad., La calle de la Paz y El Gran Dictador. 
                    En la primera descubrí que el amor sublime de un vagabundo 
                    de Nueva York por una pobre muchacha ciega que vende flores 
                    estaba concebido de principio a fin según el código 
                    del «amor caballeresco» (cortés) medioeval. 
                    Descubrí también que, en un plano simbólico, 
                    ella representa la vida misma cegada por la perversidad del 
                    mundo. También descubrí que el vagabundo Charlie 
                    es un andrógino psíquico, esto es, un ser que 
                    tiene bien equilibradas las virtudes de signo paterno (Yang) 
                    con las de signo materno (Yin). En las otras dos películas 
                    antes mencionadas, se entiende, después de un minucioso 
                    examen, que Chaplin quiso dotar a su Charlie de rasgos mesiánicos. 
                    Sobre todo en la película El Gran Dictador, que trata 
                    metafóricamente de la persecución y exterminio 
                    de judíos en la Alemania nazi. En esa película 
                    Charlie es un barbero judío, igual, como dos gemelos, 
                    al dictador Hynkel... Por un imprevisto del destino, el dictador, 
                    que ha cambiado de traje, es confundido con el barbero, y 
                    el barbero, que ha sido vestido de uniforme militar por los 
                    conspiradores, intercambia sus funciones, de modo que el pobre 
                    judío pasa a ocupar el puesto del antisemita y tiránico 
                    Hynkel. El dictador acaba de ocupar por la fuerza el vecino 
                    estado de Austerlich (Austria) y debe difundir por cadena 
                    de radios un discurso a toda la nación. Es ahí 
                    que Charlie lanza al mundo su mensaje de paz y fraternidad, 
                    y cita la Biblia. Hace una pausa y luego llama por las ondas 
                    de la radio a su amiga Hanna y le dice que levante la mirada 
                    y vea la gran luz que viene sobre el mundo... En la Biblia, Hanna, 
                    la madre del profeta Samuel, fue la primera mujer bíblica 
                    que anunció al Mesías. En una escena anterior, 
                    ya ella le había dicho que en el cielo divisaba una 
                    estrella que Hynkel, con todo su poder, no podía alcanzar, 
                    refiriéndose a la estrella que, desde el Antiguo Testamento, 
                    aparece como el emblema astral del Mesías... Lola Hoffmann 
                    tenía razón. Chaplin, en su respuesta, me dijo 
                    sin decirme que el hombre hallado en una angosta callejuela 
                    de Londres, algo se traía debajo del poncho... 
 
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