...No 
                            miro el enamorarse sólo como un 
                            capricho sexual porque se trata de bastante más 
                            que eso. Cuando nos enamoramos se trata de un asunto 
                            serio. No podemos olvidar a esa persona. Nos sentimos 
                            miserables cuando no estamos en su presencia y siempre 
                            anhelamos y decimos “veámonos más, 
                            estemos juntos, estamos totalmente entrelazados”. 
                            Aquí aparece lo que yo llamaría un elemento 
                            espiritual. Los hindúes fueron lo bastante 
                            sensibles para comprender que las relaciones sexuales 
                            eran un medio de iluminación y despertar, y 
                            por ello el acto estaba rodeado de una especie de 
                            ritual religioso y arte meditativo. El yoga sexual 
                            está diseñado para permitir que los 
                            sentimientos de amor mutuo, que son extensión 
                            de la gran pasión, lleguen a ser una realización 
                            y expresión adecuadas.
                          Por 
                            lo general, gran parte de las relaciones sexuales 
                            son una cuestión de “aquí te pillo, 
                            aquí te mato”. No duran mucho tiempo 
                            y por ello las pasiones tienen una rápida descarga. 
                            El yoga sexual es lo que pudiera llamarse sexo contemplativo, 
                            para diferenciarse del sexo activo. En los muros y 
                            templos hindúes y santuarios tibetanos se hallan 
                            composiciones en las que se ve a una figura, normalmente 
                            en forma de bodhisattva o buda, sentada en la postura 
                            del loto, con su pareja femenina. 
                          Mantienen 
                            un contacto total, no tanto besándose o mirándose 
                            a los ojos, sino en unión sexual. En esta postura 
                            (y para ello hace falta que la mujer no pese mucho), 
                            resulta bastante difícil moverse, por lo que 
                            permanecen quietos. Mientras se está en esta 
                            postura crece el sentimiento de la intensidad del 
                            amor hasta concentrar una tremenda cantidad de energía 
                            eléctrica que permite ser consciente del intercambio 
                            de fuerzas que puede describirse como una sensación 
                            del “uno” deshaciéndose físicamente 
                            en el “otro”. Esta unión puede 
                            durar mucho tiempo, y alcanza unas dimensiones en 
                            cuanto a relación e intercambio que ordinariamente 
                            no tenemos con nadie. La cuestión es que al 
                            experimentar una unión tan profunda con una 
                            mujer, el hombre completa su naturaleza, al igual 
                            que hace la mujer a través del hombre.
                          Cada 
                            hombre cuenta con un elemento femenino y cada mujer 
                            con uno masculino. Una persona integrada es la que 
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