:: PERSONALIDADES.
   

Alan Watts

Sexo
(Extracto de La vida como juego, Ed. Kairós).

...No miro el enamorarse sólo como un
capricho sexual porque se trata de bastante más que eso. Cuando nos enamoramos se trata de un asunto serio. No podemos olvidar a esa persona. Nos sentimos miserables cuando no estamos en su presencia y siempre anhelamos y decimos “veámonos más, estemos juntos, estamos totalmente entrelazados”. Aquí aparece lo que yo llamaría un elemento espiritual. Los hindúes fueron lo bastante sensibles para comprender que las relaciones sexuales eran un medio de iluminación y despertar, y por ello el acto estaba rodeado de una especie de ritual religioso y arte meditativo. El yoga sexual está diseñado para permitir que los sentimientos de amor mutuo, que son extensión de la gran pasión, lleguen a ser una realización y expresión adecuadas.

Por lo general, gran parte de las relaciones sexuales son una cuestión de “aquí te pillo, aquí te mato”. No duran mucho tiempo y por ello las pasiones tienen una rápida descarga. El yoga sexual es lo que pudiera llamarse sexo contemplativo, para diferenciarse del sexo activo. En los muros y templos hindúes y santuarios tibetanos se hallan composiciones en las que se ve a una figura, normalmente en forma de bodhisattva o buda, sentada en la postura del loto, con su pareja femenina.

Mantienen un contacto total, no tanto besándose o mirándose a los ojos, sino en unión sexual. En esta postura (y para ello hace falta que la mujer no pese mucho), resulta bastante difícil moverse, por lo que permanecen quietos. Mientras se está en esta postura crece el sentimiento de la intensidad del amor hasta concentrar una tremenda cantidad de energía eléctrica que permite ser consciente del intercambio de fuerzas que puede describirse como una sensación del “uno” deshaciéndose físicamente en el “otro”. Esta unión puede durar mucho tiempo, y alcanza unas dimensiones en cuanto a relación e intercambio que ordinariamente no tenemos con nadie. La cuestión es que al experimentar una unión tan profunda con una mujer, el hombre completa su naturaleza, al igual que hace la mujer a través del hombre.

Cada hombre cuenta con un elemento femenino y cada mujer con uno masculino. Una persona integrada es la que ha

desarrollado ambos. Por esto, cuando leemos acerca de las características de un buda o bodhisattva, vemos que se trata de un ser andrógino. Aunque nunca se menciona en los libros, se supone que un buda cuenta con un pene retráctil, como los gatos. Ello simboliza que su órgano genital es masculino y femenino simultáneamente. Todo esto contiene un mensaje muy importante para nuestra cultura occidental, porque aquí tenemos un culto al machismo, el culto al hombre sólo masculino. Naturalmente, como contrapartida contamos con la mujer únicamente femenina, cuyo ejemplo es el tipo “muñequita con encajes”, o con el caso más extremo que es frenéticamente celosa y que hace el amor clavándole las uñas en la espalda. Entre el macho masculino y la mujer femenina no existe posibilidad de relación. No tienen nada en común...