Encabezado Dedal de Oro
TRADICIÓN ORAL
El Basilisco
Relato hablado, rescatado por Cecilia Sandana GonzÁlez.

Ilustración de la historia de El Basilisco
Ilustración de Susana Vallejos S.

Cajón del Maipo, 1940, calles polvorientas, casas de adobe y quincho, árboles con fruta fresca, jardines atiborrados de flores multicolores, aromas, patios amplios con fauna doméstica: perros, gatos, patos, gansos, gallos y gallinas dando vida a los hogares, jugueteando con los niños que pasan el día haciendo travesuras, armando casitas con palitos, piedritas o cualquier cosa. Su imaginación da para todo.

Así es el hogar de Hipólito, padre de cinco pequeñitos y uno que viene en camino, que se espera sea mujer pa' que ayude a la mamá y los cuide pa' cuando estén viejitos. A su esposa, a quien ama de todo corazón, la conoce desde siempre. Sus padres trabajaban juntos como pirquineros en las entrañas de la montaña. Siempre hubo atracción entre ellos. Comenzaron con el juego de papá y mamá y terminaron siéndolo, ella tenía 14 y él 17. Exploraron sus cuerpos creando su primer hijo, el Luchito, excusa para el matrimonio.

Su casa quedaba en el sector de Guayacán. Con esfuerzo y la ayuda de sus padres la pareja vivía sin mayores tropiezos. Hipólito trabaja haciendo carbón, labor sacrificada pero rentable, y ella, la Rosita, solícita en su hogar cuida de los niños, limpia la casa y da de comer a los animales. Así fue como un día entró al gallinero a buscar los huevos frescos para el desayuno y encontró en uno de los nidos un huevito raro. Era medio plomizo, con la cáscara re-dura y muy pequeño, pero no le llamó mayormente la atención. Lo tomó y lo tiró entre unas ramas, donde los perros no lo encontraran, porque si no se acostumbran y después se comen todos los huevos.

Pasaron los días y su hijo mayor comenzó a enfermar. Tosía de una manera que daba pena. Seguro se había tomado un resfriado, así es que lo arropaban bien, le ponían compresas en el pecho y mucha agua de hierbas pa' la tos. Pero los días pasaban y el niño se debilitaba más. Su carita estaba demacrada, no quería comer ni hablar. Preocupada, la Rosita mandó a buscar a su madre, que vivía en San José. La anciana, al ver a su nieto, se dio cuenta que su enfermedad no era cosa buena y que no se iba a pasar con los cuidados de la madre. Antes que todo había que saber de dónde venía lo malo. Lo primero que se le vino a la mente fue que alguien oscuro le había tirado un mal a la familia y el niño se lo había agarrado. Interrogando a la Rosita para ver si había visto algo extraño en la casa, fue deduciendo que se podía tratar del maldito hijo del demonio, llamado Basilisco. De este modo, preguntó por las gallinas, si tenía alguna que ya estaba muy vieja y cansada de poner o si tenía un gallo colorado y más o menos de cuántos años, y la hija respondió que había un gallo que ya estaba viejo, si ni pa' pisar a sus señoras sirve, pero es tan guachito que me da pena matarlo. Y entonces se acordó del huevo que había hallado hace unos días y tirado entre unas ramas. La anciana se persignó y corriendo fueron a buscarlo, pero nada de nada, sólo había unos manchones de sangre seca en el lugar. Muy asustada, la mujer tomó del brazo a su hija y le contó que ella desde pequeña había oído la historia del Basilisco, un engendro horrible que nace de los gallos viejos o las gallinas que ya están cansadas de poner. Se trata de un pequeño huevito plomo y muy duro que parece inofensivo, pero que en su interior guarda a un ser maligno. Se engüera solo y al cabo de unos días sale a la luz un ser de aspecto terrorífico: cabeza de ratón, cresta de gallo, cuerpo de culebra y alas. Se comenta que quienes lo ven mueren dentro del mismo día, sólo alcanzan a contarlo para después fenecer. Se esconde en la casa para salir de noche a alimentarse de uno de los moradores -cualquiera puede ser el escogido-, tiene un canto que adormece, no descansa hasta no haber matado a todos y la casa queda maldita, de manera que la única solución es la quema del hogar.

La maldición comienza cuando el Basilisco escoge a la primera persona de quien se alimentará. Le lame los zapatos para tomar su olor, luego se sube a la cama y, sin que nadie despierte, se posa sobre la persona y aspira su respiración. A través de ella absorbe, noche a noche, toda su energía, hasta que el indicado muere, y entonces elige a su siguiente víctima. Esta vez el indicado había sido el niño mayor. La Rosita lloraba y se limpiaba las lágrimas con el delantal pensando que su humilde morada tendría que ser quemada, porque no permitiría que su familia muriera. Esperaría a Hipólito y partirían sin rumbo, no importando nada, sólo estar todos juntos.

Pero la sabia anciana la detuvo y le dijo que había una forma de detener al Basilisco, y sería hecha en la misma noche. A eso de las siete, cuando llegó su marido, Rosita le comentó lo sucedido. Él dijo confiar en la receta de la anciana. Buscaron espejos y los ubicaron en el suelo, en el umbral de cada puerta, y, nerviosos, se fueron a acostar. Pusieron al niño entre ellos y, pese al miedo, el sueño los venció... Se cuenta que el malévolo ser cantó para adormecerlos, pero al intentar entrar a la pieza vio su reflejo en el espejo y del puro susto de ver su tan fea imagen se murió, dando un grito del demonio que despertó a todos. Hipólito se levantó y miró al ser, tiritó de miedo, y con la ayuda de una pala levantó el cuerpo, hizo una fogata en el patio y lo quemó rezando el santo rosario.

A partir de entonces el niño mostró mejora. Para recuperar su energía tuvo que tomar harta leche y comer huevos frescos, pero siempre fijándose que fuesen de los buenos. El gallo colorado fue sacrificado e incinerado, y nunca más dejaron que las gallinas se pusieran viejas. Si sentía que un huevo no era normal, la Rosita lo quemaba en seguida rezándole a todos los santos para que se llevara la maldad bien lejos. DdO

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