Encabezado Dedal de Oro
EL TREN: A TRAVÉS DE DEDAL DE ORO
A PROPÓSITO DE UN TREN NEGRO
Extracto DE "IMPRESIONES DE CINE" del Dedal de Oro N°45, POR: JUAN PABLO YÁÑEZ BARRIOS
Manuel Rodríguez Farías, Maquinista
Manuel Rodríguez Farías, Maquinista

Lo que quiero decir respecto del documental "Tren Negro 3 – Desierto Florido", de Nitram Odallem-Zaid, no tiene que ver con crítica o análisis de cine, pues no poseo ni estudios ni otras herramientas que me permitan hacerlo. Siendo nulo mi conocimiento académico sobre cine, me atrevo a iniciar estas líneas sólo porque mi sentimiento me ha enseñado algo, a veces, cuando he estado sentado en una butaca del teatro (como se decía cuando era niño) o también, más tarde, en una silla de mi casa frente al televisor. Igmar Bergman me habló fuerte desde que comenzó mi adolescencia y Luis Buñuel comenzó a darme de bofetadas poco después. Hasta el día de hoy me siento remecido por ellos; por varios cineastas, a decir verdad, pero sobre todo por ellos, que fueron los que comenzaron a mostrarme ciertos aspectos del mundo, el de afuera y el de adentro.

De algún modo difícil de explicar, me atrae la lentitud, que es pariente cercana de la perseverancia. Me atrae, por ejemplo, el ritmo de las olas del mar, las moles de las montañas quietas, el movimiento perenne de los planetas y la eterna danza de los átomos que forman nuestro universo físico. En todas estas manifestaciones hay una apariencia de lentitud y una certidumbre de perseverancia, de paciencia. Me atrae la repetición constante cuando la percibo en cualquier manifestación de vida. El valor de lo constante y continuo soslaya todo aquello que implica agitación y éxito instantáneo (un éxito, por cierto, que se opone a lo amorosamente conquistado y mata la belleza de lo que nace desde una paciente gestación). La impaciencia por alcanzar el éxito y el triunfo va siempre en detrimento de la poesía, la belleza y la emoción creativa.

Desde que existe el planeta Tierra, el sol aparece cada mañana para desaparecer cada tarde, y la luna, además de aparecer y desaparecer, lleva también su propia eternidad en su ciclo de luna llena a luna nueva y viceversa. La naturaleza no se aburre de su eterna cadencia, de su concierto interminable, de su paciente disciplina. La naturaleza no está allí para alcanzar metas, sino para andar su camino. El objetivo es el camino, es el andar. ¿Qué, de nuestro mundo, no está construido por la rigurosa paciencia de la naturaleza, la paciencia del agua que transforma la piedra en arena, la del viento que soplando persistentemente desgasta montañas, la de la semilla que puede esperar pacientemente durante milenios antes de ser plantada y crecer como árbol gigante?

Cuando estos conceptos naturales y creativos se descubren como resultado del trabajo humano, nuestra realidad de personas cobra un significado más trascendente. Eso sentí cuando vi "Tren Negro 3 – Desierto Florido", un documental de poco menos de una hora de duración que no se mira: se contempla. Y se contempla una, dos, tres o más veces. Trenes, trenes, trenes. Flores, añañucas, flores. Amararillas, moradas, rojas. Cadencias, cadencias, cadencias. Música nortina seleccionada con maestría. Y silencio. La perpetuidad de la naturaleza. Elogio a la paciencia, a la perseverancia. Descubrimiento del trabajo humano en la crudeza de la Creación. Don Manuel Rodríguez Farías, maquinista, guiando brutales toneladas de acero por entre las tonalidades coloridas de un desierto florido. El tren avanza a mucha velocidad. Es imposible frenar esa mole en pocos kilómetros. Y, sin embargo, ¡qué lentitud, qué perseverancia, qué cadencia, qué acompasamiento, qué armonía y silencio en medio de los acordes musicales y el ruido estrepitoso de riel! El tren es un amoroso gusano bestial a punto de hipnotizarte. Así como la naturaleza puede hipnotizarte mediante una puesta de sol, la acción humana puede hacerlo mediante un tren.

El tren negro es lentitud, perseverancia, sentimiento, poesía. Como lo hizo Blaise Cendrars en la "Prosa del transiberiano y de la pequeña Juana de Francia" -una de las cosas más hermosas que he leído en mi vida-, yo también siento al tren:

"...He visto he visto los trenes silenciosos los trenes negros que volvían del Lejano Oriente y que pasaban como fantasmas y mi ojo, como el fanal de popa, aún corre tras esos trenes..."

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