:: MIRADA FORASTERA.
   Mi casa
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Por: Rose Deakin.

Nuestra vecina inglesa de San Alfonso nos cuenta esta vez de Sergio Andrade, cuyo talento en la construcción de casas lo ha hecho conocido más allá de nuestras fronteras comunales. 

Sergio Andrade es artesano, escultor, constructor de casas y muebles, y, más que todo, artista. Ha vivido en San Alfonso muchos años, y aquí aparecieron sus primeras construcciones, que fascinan a la gente que pasa por la calle, turistas especialmente. Más tarde, gente famosa y con dinero oyó hablar de Sergio y construyeron sus casas de weekend en El Ingenio y Olmué. La Casa Bosque, restaurante en Guayacán, diseño de Sergio, probablemente tiene tantas visitas por su arquitectura y su ambiente como por su buen menú. Hace poco construyó una casa grande en Lo Curro, Santiago.

Siempre yo había querido algo construido por Sergio, y debía contentarme con una mesa o un mueble pequeño porque no tenía presupuesto para más. Al fin ahorré lo suficiente y, después de descartar la idea de construir una casa en un terreno propio, tuve la idea de poner una terraza arriba de la casa que Pepe Tren me arrienda en San Alfonso. Cuando hablé con Sergio de mi idea, me explicó que no iba a funcionar bien, pues tendría demasiado calor en verano y demasiado frío en invierno. Lo que necesitaba, dijo, era un cuarto chico, arriba, con el techo y las paredes bien aislados, con ventanas grandes y terrazas con buena vista.

Soy de la opinión de que si trabajas con un artista, debes darle un trazado básico de lo que quieres y dejarle todo el resto a él. No se gana nada con tratar de cambiar o influir su inspiración. Por eso, cuando estuvimos de acuerdo en lo esencial, me fui a Inglaterra durante la mayor parte del período de construcción.

Lo que le pedí no fue una casa, sino una ampliación: un segundo piso con una perspectiva de 360 grados de las montañas tan lindas de San Alfonso. Eso fue para combatir el sentido oscuro y cerrado de la casa principal, que, al igual que la mayoría de las casas chilenas, está construida a la defensiva del sol, lo que también logra tapar la buena vista. Los ingleses se mueren sin una buena vista.

La idea de Sergio fue poner una “casa con piernas”, arriba, pero sin tocar la casa de abajo. Las paredes iban a ser más ventanas que nada, y debía ser calientito en invierno y fresco en verano. Por eso las paredes fueron hechas de material aislante y las ventanas con doble vidrio. El techo estaba hecho de una manera nueva, probado por primera vez. En verdad hay dos techos, uno sobre el otro, ambos con aislante y con un espacio entre los dos. Está construido de fierro para dar movimiento y fluidez. Cada uno está hecho pieza por pieza, a mano. Cada pieza de fierro se midió individualmente y fue cortada para encajar en su lugar. Entre medio hay dos pulgadas de aire, separación para dar aún más aislamiento. Esto es para combatir el sol feroz del verano. Hay una buena salamandra para el invierno, aunque en realidad no la uso mucho, pues el aislante y el sol me dan suficiente calor.

Troncos enormes en su forma original, con un poco de ayuda aquí y allá para embellecerlos un poco más, forman las cadenas de la construcción, la que está puesta en una plataforma de fierro con piernas largas del mismo material. El

decorado de fierro quiere reflejar que mi vecino y arrendador, conocido aquí como Pepe Tren, es un gran fanático de los trenes. Tiene carros y locomotoras en su jardín del lado, y un trencito que recorre todo el terreno (ver Dedal de Oro Nº 30). La ampliación de mi casa, originalmente, estaba diseñada imitando una locomotora fantástica, voladora, con chimenea y ruedas. Tiene chimenea, sí, la de la salamandra, pero lástima que la plata se acabó antes que llegáramos a las ruedas.

Todo está coronado con colores increíbles. Afuera está pintado con cemento mezclado con un lindo barro rojo oscuro de la zona. Adentro, las murallas tienen un amarillo mostaza rico y profundo, hecho con tierra proveniente de una mancha famosa en Baños Morales. Los colores de tierra tienen un calor y profundidad que no se pueden lograr con pinturas químicas.

Mi construcción es un placer total. Me siento en mi escritorio y trabajo mirando una cascada que cae de la montaña del frente. Los pájaros me visitan en los árboles que están al mismo nivel que yo. Cada tarde tengo una panorámica cinematográfica de la salida y puesta de sol, por ambos lados, oriente y poniente. En la noche puedo ver las estrellas y la luna flota con gracia a mi alrededor. Adentro, la pieza esta calientita en invierno y fresca en verano, aunque entonces, cuando el sol es bravo, la terraza al noroeste tiene demasiado sol. Pero entonces puedo sentarme en el sureste.

Aunque a los chilenos mi ampliación les parece una locura cara, para mí, el mejoramiento de mi calidad de vida, el sentido de paz y tranquilidad combinado con la inspiración de las vistas increíbles, valen la pena, y también los pesos.