:: MANIFIESTO IV.
   Sabiduría del pueblo.

Por : GASTÓN SOUBLETTE A..

Cuando uno dice "pueblo" pronuncia una palabra que tiene contenido humano. En ella hay sabiduría, hay alegría de vivir, estilo y dignidad. Cuando uno dice "masa" se está refiriendo a lo mismo pero sin contenido humano, y con una buena carga de insensatez, malestar y dolor. Es un hecho que hoy los pueblos han sido transformados en masas, y el autor de esa fechoría es el poder. Lao Tsé dice al respecto: Cuando el gobierno no interfiere en la vida del pueblo, éste es rico en virtud. Cuando el gobierno es muy político, el pueblo carece de virtud, y eso es precisamente lo que lo transforma en masa.

Cuando no hay virtud en la sociedad humana, la vida deja de ser un don para devenir sólo en un problema. El pueblo se aparta de sus tradiciones y con eso pierde la noción de lo esencial y sólo está ansioso de beneficios y, por no poder alcanzar lo que desea, se vuelve resentido. Porque hay en el orden natural una ley por la cual lo excesivo es aminorado, y lo insuficiente, completado. Pero en la sociedad humana ocurre a la inversa: se le sustrae al que tiene poco para añadirlo al que tiene en demasía. Eso ocurre porque el poder no deja actuar a la virtud; es la antípoda de la virtud, y para sus expectativas es más provechoso manejar masas inconscientes que tener al frente a un pueblo que nos mira a los ojos.

En Chile hubo épocas en que el poder, si bien interfería en la vida del pueblo, no tenía los medios ni los recursos para hacerlo en gran escala, como hoy. El margen de la autodeliberación espontánea e inmediata que el pueblo tenía le permitió crear su propia cultura. En el texto hablado de esa cultura, transmitido de boca a oído, nuestro pueblo nos dio una muestra de que poseía virtud y sabiduría. Lo hizo en verso y en prosa, cantando y bailando, en décimas a lo divino y a lo humano, en cuentos y leyendas, en ensalmos y oraciones, en adivinanzas y refranes. Uno de esos refranes dice: "La virtud es divina, la moral es humana". Siendo la virtud una espontánea inclinación a amar al prójimo y a obrar rectamente, al pueblo le pareció que un bien tan preciado no podía proceder del puro deber de portarse bien a que lo invitaban sus superiores. Ellos sólo sabían de moral, y para eso estaba el ejemplo de sus héroes, todos uniformados, y de sus prohombres, todos encorbatados. Había que ser bueno como tarea, como lo eran los "caballeros", y eso era muy difícil, entre otras razones porque "en este mundo embustero hay más caballos que caballeros".

Por eso el pueblo acuñó el refrán de la virtud, para enseñarle al país que ésta es un don del cielo que sólo se puede adquirir pidiéndolo con fe y esperanza. En esa apertura del corazón, entonces, la virtud hallaba el lugar donde hacer su nido. Asimismo, el pueblo le enseñó al país que el bueno no lo es tanto ni el malo tampoco como para no parecerse en nada, y dijo: "Malo vendrá que bueno te hará". También dijo: "Los vicios son virtudes que se volvieron locas", "el río de la verdad corre por cauces de mentira", "la mentira a veces descubre una verdad oculta", "todo sabio tiene a un loco por hermano", "el virtuoso y el vicioso no son amigos pero son vecinos". Es por eso también que Violeta dijo: "Cuando veo al bueno tan lejos del malo".

Así como el filósofo moderno distingue entre un saber de dominio y un saber de salvación, la sabiduría que enseñó nuestro pueblo pertenece al segundo tipo. No es un conocimiento que se almacena y se sistematiza, ni se adquiere por el solo propósito de ser culto y estar en condiciones de decir cosas inteligentes; es un conocimiento que se vive y se trasmite a la descendencia como la vida misma, para que ésta prospere y el hombre sea verdaderamente tal. Para eso, el pueblo necesitó penetrar en los misterios del alma, como lo atestigua este refrán: "El ojo verá bien siempre que la mente no mire por él". Los maestros del Zen habrían dado su entusiasta aprobación a este refrán, como también a estos otros: "Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira", "el necio no ve el mismo árbol que el sabio", "quien aprenda a vivir quiero morir" (no antes). Así, el hombre anónimo de nuestro pueblo sabía que el vivir es un arte y que ese arte se aprende con una disposición interior de receptividad y humildad. De ahí el refrán: "La espiga, mientras más plena, más se inclina"; como también éste: "El árbol de la vida es la sabiduría"; y éste, que enseña que la vida se hace haciendo: "Para saber quién es, canta el canario".

Sobre la misteriosa relación que hay entre la mente y el mundo objetivo, el pueblo enseñaba que "el alma es el gobernante que rige las estaciones", como también: "el día del fin del mundo será cuando yo muera". En ambos se percibe el supuesto de que la apariencia del mundo es tal por estar dotado el hombre de las categorías mentales y sentidos que tiene, y que el poder de la mente es capaz de proyectarse eficazmente en el acontecer.

Pero no se trata aquí de una especulación gratuita. El pueblo siempre supo, por experiencia y tradición ancestral, que mucho de lo que en su vida le toca ver, ya sea como testigo o protagonista, son proyecciones de cosas interiores que se materializan en hechos concretos. Pero sólo viviendo en los campos e inmerso en los ritmos naturales, el pueblo pudo aproximarse a esas experiencias: "La boca es la medida", "cada cabeza es un mundo", "soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería", "todo es amargo y hiel para quien tiene boca de miel", "no es posible saltar fuera de la propia sombra", "nadie sabe lo de nadie", "el chuncho canta, la gente muere, no será cierto pero sucede", "mudar de condición va a la par de muerte". En el mismo sentido, se han acuñado estos otros: "La pobreza sigue al pobre", "una desgracia nunca viene sola", "no hay primera sin segunda, ni segunda sin tercera" (hasta completar el número arquetípico).

Pero volviendo al tema de la virtud, la convicción de que ésta es un don del cielo se percibe más claramente en este refrán: "Dios te haga bueno, que será como hacerte de nuevo", y éste: "Donde reina el amor sobran las leyes".

Sobre el tema del amor humano hay un refrán lapidario, en apariencia, que dice así: "El amor, dijo San Pablo, si es divino es una ágata, si es mundanal, es una rata". Se notará, sin embargo, que aquí al amor divino no se opone otro calificado de "humano", sino de "mundanal", con lo cual debe entenderse que la intención de este refrán es la de proclamar que todo amor humano digno de llamarse tal, tiene algo de divino. Si ese ingrediente falta, cae en la baja categoría de lo mundanal. La comparación con una rata expresa suciedad y repugnancia.

El tema del amor es tratado en profundidad en el Cancionero, en el cual queda constancia de la elevada idea que el pueblo tuvo de la relación de pareja, lo cual le viene, por una parte, de la tradición indígena, y por otra, de la tradición del amor caballeresco presente en el Cancionero. Y tanto es así que hay un refrán que dice: "El que muere amando, como cuete se va a la gloria".

 

"LA POÉTICA DEL ACONTECER"
SOUBLETTE GASTÓN
SANTIAGO, UNIVERSITARIA
, 147 PÁGINAS.

Con este sugerente título se acaba de publicar un libro, cuyo autor es nuestro colaborador Gastón Soublette. Se trata de una obra en parte autobiográfica y en parte de reflexión, aunque el autor sostiene que es enteramente autobiográfica, en el sentido de que es su biografía vivida y pensada. El libro tiene sólo 167 páginas y 37 capítulos, por lo cual su primer mérito es el de la brevedad y la facilidad con que se lee.

Los lectores de Dedal de Oro hallarán ahí, tratados con mayor profundidad y detalles, los mismos temas que el autor ha desarrollado en sus colaboraciones a nuestra revista, más otros que se relacionan con esto por analogía.

La idea central del libro es la aplicación de la teoría de la "Sincronicidad", de Karl Gustav Jung, a los hechos de la propia vida del autor y otros del acontecer histórico nacional e internacional. Una lectura diferente del mismo acontecer que la racionalidad imperante sólo considera en referencia al estrecho marco del principio de causalidad, de identidad y de contradicción. De lo que resulta un discernimiento por analogía capaz de relacionar hechos que la mente común ve como desvinculados, porque no se ajustan a los parámetros de la lógica tradicional. En esos vínculos analógicos de los contenidos de la conciencia y los hechos del acontecer objetivo, el autor descubre una poética natural y la acción permanente de una magia espontánea por la cual los pensamientos, e incluso los impulsos inconscientes, se objetivan en hechos sin intervención de la voluntad.

Si para el Occidente moderno este mecanismo analógico que vincula la psique con el mundo es una novedad, no lo ha sido nunca para la mentalidad indígena y folklórica, que siempre ha tendido a ver el mundo de ese modo, espontáneamente, y constituye el gran aporte de la sabiduría china contenida en el clásico confuciano llamado I CHING o Libro de las Mutaciones.

J.P.Y.B.
MARZO 2008

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